una noche para salir del cascarón

Es el último día de colegio para Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever), dos adolescentes que han sido amigas desde niñas. Responsables, disciplinadas, se preparan para graduarse y despedirse de sus compañeros de colegio, pensando en el futuro que les espera después de años de exigente estudio y trabajo.

Sin embargo, cuando ese día descubren que, pese a todo, muchos de sus compañeros, a quienes han mirado con aprehensiones desde hace mucho, también tendrán oportunidades laborales y/o académicas tan buenas como las suyas, las dos amigas se dan cuenta que no valió la pena renunciar a distracciones y diversión como han venido haciendo.

Así, deciden que, para ponerse al corriente, en su última noche antes de la graduación, asistirán a la fiesta que uno de sus compañeros ofrecerá en la casa de un familiar, decisión que pondrá a prueba su resistencia, pero también el lazo que las ha mantenido unidas durante gran parte de sus vidas.

Cuánto daño hacen las malas traducciones de títulos a las películas, porque vaya que me gustaría saber quién pensó que ponerle “La Noche de Las Nerds” en español a Booksmart era buena idea. Sí, es una historia de dos chicas mateas y muy responsables tratando de aprovechar su única oportunidad de romper el esquema, no cuadra del todo con el estereotipo impuesto desde la ochentera “La Venganza de los Nerds”, menos ahora que los Nerds ya no son tan perdedores (Zuckerberg? Gates?) ni tan indefensos (piensen quienes están detrás de gran parte de las balaceras que se producen cada tanto en E.E.U.U.

Obviando esa imprecisión, lo cierto es que vi Booksmart (asumo que su traducción correcta, algo como “se la saben por libro” tampoco me pega ni junta mucho) y me gustó. Con algunas observaciones, eso sí.

Porque para estar anunciada como una comedia, no la encontré tan graciosa como esperaba, aunque las partes chistosas, lo son de verdad. Por otra parte, presenta algunos problemillas de armado, de narración que afectan el buen desarrollo de la cinta, haciendo que si bien la columna vertebral de la historia se pueda apreciar, el charquicán de elementos superpuestos en ella haga perder el foco en lo principal. Ssupongo que eso es consecuencia de la pluralidad de gente que intervino en el guión de la película, denotando un pequeño problema de coordinación entre ellos.

Con todo, no se trata de problemas tan graves que opaquen el buen debut como directora de la actriz Olivia Wilde. Estamos ante una ópera prima, basada precisamente en el cierre de una etapa y el inicio de otra (temática recurrente en el cine industrial de esta temporada parece), bastante digna, sin caer…o al menos sin abusar…de los arquetipos habituales del cine de colegio, con muy buenos momentos y grandes reflexiones acerca de la amistad y el fin de la adolescencia.

Buena cinta acerca de la juventud, sin necesidad de caer en el humor de camarin, ni de hacer ver a sus protagonistas como unos descerebrados, sino que realmente le tiene aprecio a sus personajes. Aunque cabe aclarar que no estamos ante una versión con falda de Supercool, como se ha dicho por ahí. Lo único que las relaciona es el item fiesta de fin de colegio más última noche entre amigos.

En todo lo demás, sus connotaciones, circunstancias son sustancialmente diferentes. Los chicos de Supercool no pasan por el mismo proceso de descubrimiento o aprendizaje que atraviesan las chicas de Booksmart, que durante las horas en que se atreven a salir de su cascarón y descubrir el mundo, van aprendiendo a superar sus prejuicios, conocer mejor a las personas a su alrededor (a nivel de comedias, no se ve tan seguido un elenco de secundarios que realmente aporten a la historia), y de paso conocer y valorarse mejor a sí mismas.

Cada una de estas películas es buena a su manera. Maneras muy distintas por cierto de entender el proceso del término de la adolescencia, y el principio del camino a la adultez. Y en este caso, en una noche en que aprenden más de la vida de lo que en todos los años de aprenderse tanto libro de memoria, Molly y Amy ganarán el conocimiento necesario para entender su propio valor, y sobre lo preparadas que están para salir al mundo.

***1/4

BOOKSMART

Director: Olivia Wilde

Intérpretes: Kaitlyn Dever; Beanie Feldstein: Jessica Williams; Jason Sudeikis; Will Forte; Lisa Kudrow; Billie Lourd

Comedia

2019

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si en el fondo, se tienen buena…

Desde un laboratorio secreto en Londres, un equipo del M16 encabezado por la agente Hattie Shaw (Vanessa Kirby), roba un peligroso virus desarrollado por la organización terrorista Eteon, hasta que uno de sus mejores operativos, Brixton Lore (Idris Elba), un supersoldado cuyas habilidades naturales han sido considerablemente alteradas a través de la tecnología, interrumpe la misión, aunque sin poder detener a Shaw, quien escapa con el virus inyectado en su organismo.

Pocos días después, la CIA reúne al agente de fuerzas especiales Luke Hobbs (Dwayne Johnson) y al ex agente secreto, ahora devenido en mercenario Deckard Shaw (Jason Statham) para dar con el paradero de Hattie, hermana de este último. Y aunque a ninguno le gusta la idea de colaborar con el otro, tras algunos desencuentros pasados, no les queda otra que colaborar si quieren recuperar el virus y evitar que Lore ponga sus manos en él…

La gran química resultante entre Dwayne Johnson y Jason Statham en las dos últimas entregas de la saga Rápido y Furioso dejaba la pelota justo ahí, a la entrada del arco, lista para marcar el gol. El problema era que Johnson y Vin Diesel, el gran protagonista de la saga, no tienen muy buena relación fuera de cámara, complicaba la realización de un filme en que el ex luchador brillara más que el personaje central de la serie. Hasta que a alguien se le ocurrió la solución más obvia –teniéndola al frente-: el spin-off.

Así es como llegamos a Rápido y Furioso Presenta: Hobbs & Shaw. Sí, sé que parece título de cómic publicado por Novaro en los ’70, cuando usaban las revistas de Batman o Superman para publicar a otros personajes en las mismas revistas, sin necesidad de iniciar otra colección, pero sirve totalmente, para que quienes no tengan idea acerca de estos personajes (los que no son fans de la saga o la han visto ocasionalmente) entiendan de dónde viene la relación.

Hobbs and Shaw debe estar entre las cosas más entretenidas que he visto este año. Es cierto que estamos ante un cine muy básico, ridículamente fantástico e inverosímil, pero, tal como la saga de la que proviene, se asume como tal, siendo eso justamente la clave de su buen desempeño.

Esta es una película que se disfruta más cuando el espíritu crítico se queda en el bolsillo. No vale la pena tomársela en serio, ni exigirle tanto. Una vez que el espectador asume esas condiciones, bienvenido a un muy buen rato, cortesía sobre todo por la ya mencionada química entre Johnson y Statham, protagonistas de esta buddy movie de socios a la fuerza.

La película dirigida por David Leitch (Atomic Blonde, Deadpool 2) se asume como una payasada, y en la medida que uno no deje de considerarla de esa forma, la diversión está garantizada. Aquí no caben lecturas profundas, mensajes subliminales o significados que haya que desenterrar. Nada de eso, es una película de dos tipos, forzados a llevarse bien por un bien superior, abundante en peleas, persecuciones, choques en autos, bromas e indirectas mutuas al por mayor.

Una historia que, por mucho que haya costado más de doscientos millones de dólares que se van principalmente en efectos especiales y peleas coreografiadas, paradojalmente vuelve a lo básico: un relato hecho para entretener a los espectadores, los que salen de la función satisfechos. Así, aunque aquí las carreras de autos cada vez más fantásticas no tienen la misma presencia que en su serie matriz, H& S es una buena consecuencia de ella: las emociones fuertes son parte del menú. Los fans de Rápido… no se sentirán traicionados.

Y no, la distribuidora no me chantajeó ni sobornó para encontrarla buena (es más, creo que ni siquiera me conocen). Conozco esa controversia (el mail que envió la distribuidora a un columnista de un sitio web-que no conocía hasta esta discusión…por lo que exijo saber cómo hacen para tener auspiciadores!!- advirtiéndole que si no dejaban de darle reseñas negativas a sus películas, no lo invitarían más a sus funciones de preestreno) y creo que si bien es feo chantajear o sobornar a un crítico para obtener buenas referencias para sus películas, tampoco comparto las impresiones que publicaron de esta película, por todo lo anterior.

Esta no es una película para cabecearse tanto, y entendido eso, gusta. Y a mí me gustó. Quizás se me olvide mañana, pero por este par de horas, lo pasé bien.

Por cierto, con esta película, Vanessa Kirby ha ganado  cualquier ene punto en la carrera para ser la nueva Catwoman. Y debe ser primera vez en mucho rato que veo a Roman Reigns sin decir «booo!!»

***

FAST AND FURIOUS: HOBBS & SHAW

Director: David Leitch

Intérpretes: Dwayne Johnson; Jason Statham; Vanessa Kirby; Idris Elba; Helen Mirren; Eiza González; Eddie Marsan; Cliff Curtis; Joe Anoa´i

Acción

2019

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no se trataba sólo de bailar

Siempre promoveré el buen hábito de rever películas. Es una costumbre que ayuda a confirmar lo bueno (y también lo malo) de algunas cintas, a reencantarse con otras que por equis motivo las tenías arrinconadas, o a revalorizar alguna otra que en su momento no apreciaste del todo bien, o que con la madurez, el tiempo y el adquirir más y mejor cultura, has descubierto lecturas que, anteriormente, nunca le habías dado.

Corría 1988, yo tenía doce años, y en Chile se estrenaba una película llamada Dirty Dancing. Contaba en otra columna que ese no era el tipo de cine que me interesaba por esos años, y ciertamente, una película en cuya publicidad (por llamarle de alguna forma a esos tráilers extraoficiales armados por el canal en que se emitía) todo eran parejas bailando, no estaba dentro de mis prioridades.

Sin embargo, los años me hicieron reencontrarme con la película en más de una oportunidad, principalmente a través de la televisión y el cable. Hasta que hace unos pocos años, la vi, completa, de principio a fin, y de corrido, y ciertamente la encontré mucho mejor de lo que pensaba.

Tiempo atrás, la volví a ver, y acá volvemos al punto inicial, encontré en la película ciertas lecturas que no había captado en su oportunidad, ideas que hicieron que le subiera mucho los puntos en la lista de películas que hay que ver al menos una vez en la vida.

A ver.

Corre el año 1963, y los Houseman, una familia de clase acomodada, viaja a pasar las vacaciones a un club de campo montañés. Los Houseman tienen dos hijas, y una de ellas, Frances, a quien llaman Baby (Jennifer Gray) es una joven idealista y ambiciosa, con aspiraciones poco comunes para las jovencitas de su entorno: ir a la universidad y formar parte de los cuerpos de paz, circunstancias que la hacen sentir incómoda entre sus pares, aunque pronto entabla amistad con parte del personal del hotel.

Buscando una actividad de la que formar parte, Baby se integra a las clases de baile que ofrece el hotel como parte de las actividades recreativas, especialmente luego de conocer a Johnny Castle (Patrick Swayze), el atractivo instructor del curso, cuya imagen de alta seguridad en sí mismo, no tarda en conquistar a la chica, y en motivar a buscar lo mejor de ella.

Vale, estamos ante una trama que hemos visto y veremos en miles de cintas románticas adolescentes: chica conoce a chico en campamento de verano, tienen un romance fugaz, breve pero apasionado, y lo recordarán como el gran verano de sus vidas. Puede ser, pero eso es ser demasiado reduccionista ante una historia mucho más grande que eso.

Partamos por el contexto histórico: Frances/Baby es una hija del baby boom, del American Way of Life, del país que disfruta del privilegio de haberse alzado como vencedor en la última gran guerra, pero ignorante de lo frágil que será esa condición (en unos meses más, el asesinato de JFK será la gran herida que fracturará irreversiblemente el sueño americano, la guerra fría dejará de verse como una amenaza lejana e intangible, y la inminente intervención en Vietnam que, además de mucha sangre derramada por las puras, dejará al desnudo lo que la nación más poderosa del mundo es).

Baby es hija de ese país donde el hombre es el proveedor, la mujer el ama de casa por antonomasia, y los hijos aspirarán a repetir ese ciclo. Excepto Baby, y eso la lleva a distanciarse ideológicamente de su familia, y de su grupo social, donde la única aspiración de la mujer entonces es tener hartos hijos y la casa en orden, donde el individualismo imperante (factor común es el ansia de éxito personal, da lo mismo a costa de quien) la descoloca. Y aunque se mantiene firme en sus convicciones, la distancia con su entorno la ha vuelto un tanto insegura de sí misma.

Buscando esa seguridad es que da con este taller de baile, y pronto queda encantada con este pequeño submundo: un grupo de personas para quienes el logro personal no puede estar por encima del bienestar de otro, o del grupo. Y aquí es donde se topa con Johnny, el “príncipe azul” si nos quedamos con el cliché del romanticismo adolescente, y tiene mucho de eso, pero también resulta un desafío para la protagonista, pues a medida que lo va conociendo mejor, va descubriendo al verdadero Johnny, alguien que hace lo que le gusta, que es bueno en hacer lo que le gusta, pero que en el fondo es un individuo inseguro, dolido por el costo que debe pagar para poder mantenerse en esa situación.

Este es el momento en que la película deja de ser un mero divertimento adolescente, acerca de un loco amor de verano, y se convierte en un gran relato acerca de la madurez y de encontrarse un lugar en el mundo. Baby no sólo reafirma su posición ante la vida, lo que quiere, lo que espera de ella, sino además, las cosas que le toca ver (y conocer mejor lo bueno, y lo malo del pequeño mundo en que se desenvuelve, así como del enorme universo que está fuera de él) la hace ganar toda la seguridad que necesitaba.

A la larga la relación entre ella y Johnny trasciende lo afectivo, retroalimentándose, y las fortalezas de cada uno ayudarán a superar las inseguridades del otro, y viceversa.

Cierto, ni Baby ni ningún otro personaje sabe las cosas que vendrán, pero su país y el mundo están a punto de cambiar, pero indudablemente, se encontrará en un punto inmejorable para comenzar y enfrentar las cosas que depara el futuro.

Y al principio era una mera película de baile, amor de verano y romances juveniles, con canciones de moda, que se convirtió en un éxito de taquilla que no esperaba nadie, y menos en un clásico, que no hay que mirar en menos de una.

***1/2

DIRTY DANCING

Director: Emile Ardolino

Intérpretes: Jennifer Grey; Patrick Swayze; Jerry Orbach; Kelly Bishop; Cynthia Rhodes: Jack Weston

Romance/Drama/Musical

1987

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un hombre y su isla

Sucede. Hay películas que, aunque uno las vea pocas veces, o no se las repite tan seguido, las considera grandes películas. Las siente importantes, experiencias superiores que hay que presenciar al menos una vez en la vida.

Es lo que me pasa con Náufrago (Robert Zemeckis, 2000): es una película que en las casi dos décadas que han corrido desde su estreno, debo haber visto apenas tres veces. Poco después de su estreno, años después en dvd, y hace poco, cuando el blu-ray de la cinta llegó a mis manos. Y sin embargo, considero que es una de las grandes películas de lo que va del siglo XXI. Y cada vez que me la repito, la encuentro mejor que la anterior.

Sobre todo cuando uno va puliendo las lecturas que hace de esta película. A simple vista, pensando en el título, en las imágenes preliminares, en su premisa, en su realizador se podría pensar que estamos ante un filme de aventuras. Sí, de hecho lo es, pero es mucho más hondo que eso.

Todo comienza con Chuck Noland (Tom Hanks) un proactivo ejecutivo de la empresa de mensajería FedEx. Exigente y obsesionado con el buen funcionamiento del servicio, Noland vive pasando de avión en avión, a fin de controlar por sí mismo, que las distintas sucursales de la empresa funcionen eficazmente, a tono con los principios que inspiran a la compañía.

Por eso, cuando es informado que la sucursal de la compañía en Malasia registra fallas operativas que deben ser tratadas con urgencia, Noland cancela la celebración de Navidad que tenía planeada con su novia Kelly (Helen Hunt) y aborda de inmediato rumbo a Oriente. Sin embargo, durante una tormenta, el vuelo no sólo ve alterado su rumbo, sino además sufre una violenta caída.

Chuck es el único sobreviviente del accidente, luego de llegar apenas a una isla desierta.

Ignorante de su ubicación, Noland planea diversos intentos fallidos de escape, por lo que no tarda en resignarse y adaptarse a su nueva situación, buscando la forma más idónea para sobrevivir, sin sucumbir, física y mentalmente, del proceso…

¿Les ha pasado que, a veces, han tenido la sensación de decir “no somos nada”?¿Ante una catástrofe, por ejemplo?¿O ante la inmensidad de un paisaje determinado? ¿Esa sensación de que por mucho que hayamos avanzado científica, tecnológica y materialmente, la naturaleza siempre se encarga de recordarnos que es mucho más poderosa?

Bueno, Chuck Nolan lleva esa afirmación a una nueva dimensión: un hombre dedicado a velar que todo funcione bien, que todo esté en su lugar y a la hora precisos, expuesto a una situación y a una realidad donde todas sus grandes habilidades de gestión, no valen nada. Un hombre acostumbrado a tener el control, en una realidad en la que ninguna cosa está bajo su control. Ni el clima, ni la geografía, ni siquiera su propia salud.

Algo tan trivial como encender fuego (¿has contado alguna vez cuántos fósforos al día enciendes?) se vuelve una tarea de titanes. Cuando Chuck finalmente consigue encender una fogata, es una celebración digna de carnaval.

Cierto que en un principio, siendo un tipo con un gran sentido práctico, y con la suerte de contar con algunos artículos provenientes de las encomiendas que debe trasladar, Noland consigue habituarse relativamente bien a su nueva condición. Sin embargo, con el correr de los días, a medida que su permanencia se prolonga en el tiempo, a la par de lo olvidado y aislado que se siente, debe apelar a algo más que sus habilidades para sobrevivir y, a la larga, salvarse.

Así, la idea de darle nombre y rostro a una pelota para tener con quien conversar, por demente que nos podría parecer, termina siendo una solución apta para sobrellevar el aislamiento y la soledad.

Chuck tiene que atravesar un forzado retorno a los orígenes para sobrevivir, pero a la corta o a la larga termina transformándolo como persona.

Eventualmente, Chuck es salvado, vuelve a lo que llamamos civilización, pero ante un mundo que en los años que estuvo perdido no dejó de girar, ni de cambiar. Chuck vuelve a un entorno donde la gente que lo rodeaba, tarde o temprano siguió con su vida.

Nadie se olvidó de él, aclaremos, pero no por eso dejaron de vivir, lo cual puede ser un golpe duro para cualquiera en su situación. Con todo, a lo largo de estos años, Chuck tampoco se quedó estático, y con este retorno al origen necesario para salvarse físicamente, también su visión acerca de la vida atravesó un cambio sustancial.

Cambio que ciertamente lo deja mejor parado para enfrentar los desafíos que vendrán, por un lado, y para ir cerrando etapas pasadas por otro. Sí, tal vez siga trabajando en lo mismo, y amando su trabajo, pero ciertamente ya no será al nivel obsesivo que antes del naufragio, y ciertamente mucho más abierto a valorar y disfrutar la segunda oportunidad que le dio la vida.

Acertada es la dirección de Robert Zemeckis, director que había hecho sus mejores trabajos en el campo de lo fantástico, pero sin descuidar el factor humano (Volver al Futuro, ejemplo de lo primero, Forrest Gump de lo segundo). Náufrago es otra prueba de lo anterior, pues si bien es un relato de sobrevivencia y transformación de un individuo, a causa de una circunstancia extraordinaria que lo pone a prueba. Evidentemente, hay un factor aventura involucrado, que Zemeckis no descuida, de manera que ambos planos del relato equilibran perfectamente.

Y aunque la Academia lo ignoró (sólo lo nominó como Mejor Actor, categoría en la que sí se adjudicó un Golden Globe), asumiendo que dos tercios de la historia lo tienen como único protagonista, Tom Hanks se echa la historia al hombro. No sólo porque la mayor parte del metraje es de su responsabilidad, sino también en cuanto debe encarnar la evolución del personaje, que requirió, además de su gran talento, un gran esfuerzo físico de su parte.

Hanks convence en todas las etapas que Noland atraviesa: el ejecutivo obsesivo, exigente y seguro de si mismo; el pasajero que salva apenas de una tragedia, y que asume que esa seguridad no significa nada ante su nueva situación; el individuo que terminó por adaptarse al medio, y finalmente el hombre rescatado y dueño de una nueva visión de la vida. Fases radicalmente distintas que atraviesa el personaje en pocos años, y que Hanks materializa al punto que uno lo cree totalmente.

Gran película de aventuras, superior relato acerca de la condición humana, y sobre aprender acerca de lo urgente y lo importante, y cómo éstas calidades pueden complementarse. Náufrago es de aquellos filmes que no hay que dejar escapar. Imprescindible.

****

CAST AWAY

Director: Robert Zemeckis

Intérpretes: Tom Hanks; Helen Hunt; Nick Searcy; Chris Noth; Vince Martin; Lari White

Drama/Suspenso/Aventuras

2000

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No me quiero ir, señor Feige…

Corría el año 2015. Mientras el éxito de Avengers: Age Of Ultron indicaba que Marvel Studios estaba en lo correcto al construir un universo unificado de personajes y películas, Sony Pictures, titular de los derechos cinematográficos de Spider-Man, observaba impotente el fracaso en taquilla de la segunda película del personaje protagonizada por Andrew Garfield (la quinta hecha por el estudio, sumando las tres dirigidas por Sam Raimi).

Ya que el personaje se estaba volviendo un problema para el estudio, y que Marvel quería desesperadamente incorporar al personaje más emblemático de su empresa de cómics, se sentaron a negociar, y al año siguiente, en Captain America: Civil War, Spider-Man debutaba en el MCU, en el que de una u otra forma intervino, hasta la fecha, en cinco películas.

Cinco películas en cuatro años (vs las mismas cinco de Sony en trece). Eramos felices y no lo sabíamos. Porque ayer, en un golpe que sacudió el medio, Sony le quitaba los derechos del personaje a Marvel, y no existe posibilidad de que el arácnido vuelva a ser parte del MCU.

Pensando en la taquilla de las películas que en algún lado lleven el logo Marvel los últimos años…¿Cómo pasó esto?

Recapitulemos: los derechos cinematográficos de Spider-Man pertenecen a Sony, pero para que el personaje pudiera ser usado por Marvel Studios en las películas del MCU, ambos acordaron filmar películas con el personaje, vinculadas al concepto de universo cohesionado. Es decir, Spider-Man podía aparecer en películas de Marvel, pero a la vez en sus propias películas realizadas por Sony, siempre dentro del marco narrativo del MCU, repartiéndose sus ganancias, debiendo pasar un 5% de las ganancias de sus respectivas películas en que apareciera el personaje al otro estudio.

Así, por cada película de Spider-Man producida por Sony, éste estudio pasaba el 5% de la ganancia a Marvel,Y por cada película Marvel en que apareciese Spider-Man, Sony recibió el 5% de cada una.

Por poner algunas cifras, Sony recibió 300 millones de dólares por tres películas Marvel en que apareció Spider-Man (Civil War, Infinity War y Endgame) mientras que Marvel, por dos películas que hizo Sony (Homecoming y Far From Home), 90 millones. Lo que resulta lógico, pensando la taquilla Marvel vs la taquilla Sony.

Y ahora que Marvel quiso renegociar el contrato, repartiendo 50/50 las ganancias, Sony puso el grito en el cielo. Después de todo, tenía la gallina de los huevos de oro, ganando tanta o más plata por películas de otros que por las propias. Las negociaciones quedaron en punto muerto, y Sony optó por finiquitar y retirar a Spider-Man del proyecto Marvel.

(¿Qué?¿Pensaban que era por la disconformidad de Sony por el trato dado por Marvel al personaje? Más allá de la calidad de las películas, uno de los grandes reparos al Spider-Man MCU, es haber terminado como el Robin, el pupilo de Ironman, usando trajes de alta tecnología, que se va de gira de estudios a Europa mandando a buena parte al héroe del barrio que no tiene donde caerse muerto, que a duras penas llega al otro mes y con un arsenal hecho a partir de la escasez de recursos. Bueno, lamento informarles que la discusión nunca fue por ahí).

Cierto es que esto es ,ante todo, un negocio, pero entiendo la posición de Marvel: de la mano de Kevin Feige la marca se ha vuelto un suceso de taquilla y en las finanzas, no así las películas de Sony que, taquilleras y todo, no llegaban ni a la sombra de lo que recaudó, por ejemplo, Endgame. Y eso de que Sony se estuviera forrando con películas de otros, bueno, se ve feo.

¿Quién gana alguien con esto? Nadie, por el contrario, todos perdemos. El MCU se queda una vez más, sin el personaje ancla de la editorial (obligando a arreglar sobre la marcha sus planes, en los que Spidey, tras los hechos de Endgame y Far From Home, tendría un papel preponderante); Spider-Man ve pasar a mejor vida su historia cinematográfica, por tercera vez en menos de dos décadas; los fans, pierden la posibilidad de tener, en el mediano plazo más películas para repud…disfrutar!!; y Sony, aunque ahora crea que su estrategia fue de total genialidad, en realidad ha cometido un error fatal, pues podrán tener la totalidad de derechos del personaje, y a su alero hayan aparecido islas de genialidad como el segundo Spider-Man de Sam Raimi o Into The SpiderVerse (la mejor película del arácnido en toda su carrera), varias veces ha tomado decisiones erróneas con el chico de Queens, ni tiene un Kevin Feige que convierta hasta la idea más pelotuda en ganancia.

Fuiste bueno, Spidey. Que la fuerza te acompañe.

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dos potros salvajes

El mustang, cimarrón o caballo salvaje estadounidense, es una especie animal autóctona de E.E.U.U., y por lo tanto tiene la calidad de especie protegida. En un esfuerzo por su conservación, muchos de estos ejemplares con reunidos por entidades de protección animal, instituciones que por un tema de recursos, y en una clara intención colaborativa, reclutan reos para la cría y doma de estos caballos, en una suerte de terapia de rehabilitación.

Toda esta introducción es necesaria para entender una de esas pequeñas joyas a las que se accede prácticamente de casualidad: The Mustang, formidable coproducción franco-estadounidense que sirve de debut en el largometraje de la actriz Laure de Clermont-Tonnerre, de celebrado paso por el festival de Sundance de este año, y que ha tenido una interesante recepción por la escena independiente. La introducción precedente sirve para poner en contexto acerca de lo que se trata la historia.

Historia que nos traslada a una prisión del medio oeste, donde Roman Coleman (Matthias Schoenaerts), cumple una larga condena. Violento, amargado y muy susceptible a los ataques de ira, padre de una hija, unidos por un lazo cada vez más feble, asume, con resignación y frustración, que el único lugar que puede contenerlo es la prisión.

Cierto día, Coleman es incorporado al Programa de crianza y domadura de cimarrones, al que la prisión está asociada. Y aunque su tarea al principio es simplemente barrer y recoger estiércol, una tarde se asoma por una rendija de un establo cerrado casi herméticamente, atraído por los ruidos y patadas provenientes del interior: un cimarrón que aún no se deja domar.

Myles (Bruce Dern), capataz del programa, no tarda en advertir la naciente relación entre hombre y equino y encarga a Coleman domar al animal. Y aunque en un principio su nula experiencia y mal carácter le juegan en contra, esta tarea terminará por dar al reo el sentido que su existencia necesita.

El presupuesto de esta película debe ser equivalente a la propina que deja cualquier ejecutivo de Disney a la hora de almorzar, pero más que amargarnos por eso, deberíamos sentirnos admirados por el trabajo de Clermont-Tonnerre: una historia interesante, bien contada, bien materializada, en que se nota la inteligencia de su relato, así como el cariño y la fe de su autora en la obra. Factores que hacen de esta historia una cinta que se basta a sí misma, independiente de los más o menos recursos involucrados.

Esta es una historia de redención. La redención de un hombre con mucho odio, mucha rabia acumulada que lo sobrepasa. Roman Coleman –notable trabajo de Shoenaerts- es un hombre que ha terminado por considerarse enemigo de sí mismo, al punto que ha asumido la vida en prisión como la única forma que tiene de no seguir haciendo daño. Pero que, sin embargo, encuentra una posibilidad de redimirse al encontrarse con este caballo.

El equino, a quien Coleman llama Marquis, resulta para el reo un igual: también es un alma violenta y rebelde, una fuerza de la naturaleza incontrolable. Primero una obsesión, luego su gran misión, finalmente un compañero. Es a través de Marquis que Coleman evacua el odio y la violencia que lo subyuga, le da un sentido a su vida por primera vez en muchos años y, mientras encuentra la forma de domar al ejemplar, encuentra la forma de salvarse de sus propias frustraciones, de conocerse mejor a sí mismo, y encontrar el potencial de bondad que guarda en algún punto de su ser.

Para ganarse la confianza del caballo, Coleman debe partir por recuperar la confianza en sí mismo.

Pequeña película, gran relato, bella construcción (la fotografía de Ruben Impens hace del impresionante paisaje estadounidense un personaje más de esta suerte de western contemporáneo…si, una vez más el western como metáfora de la vida) y aún mayor hallazgo.

***1/2

THE MUSTANG

Director: Laure de Clermont-Tonnerre

Intérpretes: Matthias Schoenaerts; Jason Mitchell; Bruce Dern; Gideon Adlon; Connie Britton

Drama/ Carcelario

2019

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a lo que no hay que llegar

En pleno centro de Santiago, un joven delincuente es brutalmente atropellado por un conductor, después de robar un bolso. Minutos después, el conductor, de nombre Gerardo (Marcelo Alonso), es detenido cuando la policía, al revisar su automóvil, encuentra un puñado de armas de fuego de gran calibre.

Cuando la identidad del detenido es difundida en las noticias, Inés (Mercedes Morán), próspera e influyente empresaria, pone en acción toda una red de contactos para mantener a Gerardo recluido en una institución psiquiátrica, de modo que la existencia de este individuo pase lo más inadvertida posible.

¿La razón? Durante el gobierno de la Unidad Popular, Gerardo (Pedro Fontaine), junto a Inés (María Valverde) y el marido de ésta, Justo (Gabriel Urzúa/Felipe Armas), formaron parte de Patria y Libertad, un grupo terrorista de extrema derecha. Esta información, de publicarse, podría perjudicar gravemente la posición actual de Inés…

Siendo ésta una época en que el discurso nacionalista más tóxico, simplón y anacrónico ha ido tomándose la discusión pública, el estreno de Araña, la más reciente película de Andrés Wood, director que ha hecho de la historia reciente de Chile su motivo principal, no puede ser más oportuno.

El ciclo iniciado con Machuca (2004), continuado en La Buena Vida (2009) y en cierta forma aludido en la miniserie Ecos del Desierto (2013), tiene una nueva escala con este filme, enfocado en los individuos que optaron por la vía armada para enfrentar el gobierno de Salvador Allende, encarnado en el grupo extremista Patria Y Libertad, grupo que al alero de la oposición de la época, fue responsable de diversos atentados y operativos que contribuyeron enormemente a la desestabilización del gobierno de la Unidad Popular.

Filmada en Chile y Argentina, y con fondos de ambas procedencias, Araña es un filme que despierta emociones encontradas. Por un lado, porque estamos ante un relato doloroso, pero necesario.

Necesario por cuanto trata de un período, y un sector, respecto del cual podemos hacernos las preguntas pertinentes para entender el país en que nos hemos convertido. Cómo fue que llegamos a serlo –y cómo permitimos que esto pasara- . Doloroso, porque nos lleva a conocer cómo puede funcionar una persona cuando consagra su existencia a los discursos de odio, y lo que pasa a una sociedad cuando cae en esa verborrea.

Una demostración de cuán enferma puede llegar a ser una comunidad cuando da espacios al chovinismo más venenoso.

En lo estrictamente cinematográfico, estamos ante una de las grandes películas nacionales de los últimos años. dije antes que Wood se ha convertido en el gran cronista, a nivel fílmico al menos, de la historia chilena del último medio siglo. A través de su cine, ha demostrado lo clarito que tiene este proceso (bueno, él y Patricio Guzmán, aunque éste último opere principalmente en el campo del documental).

Tal claridad respecto del contexto histórico (y unos cojones enormes para hacer una película que va a incomodar a más de uno), más sus indiscutibles habilidades como director son fundamentales para una adecuada reconstrucción del Chile de antes del golpe de estado de 1973, y ofrecer un fiel retrato del doloroso país actual, ese que, pese a los bonitos discursos, sigue siendo de unos pocos privilegiados que supieron sacar provecho de un hito particular, y de lo que están dispuestos a hacer para no perder sus ventajas, dando lo mismo a costa de qué o de quién.

Wood encuentra apoyo, desde luego, en un muy buen elenco, encabezado por una sólida Mercedes Morán, impecable en el rol de Inés, una mujer poderosa, influyente, capaz de cualquier cosa para no ceder un pelo de sus privilegios. También cabe ponerse de pie y aplaudir a un irreconocible Marcelo Alonso, cuyo personaje de Gerardo se despacha una de las grandes actuaciones del cine chileno de los últimos años.

Sumando todo lo anterior, Araña es una de las grandes experiencias cinematográficas del año, y no sólo a nivel local, pero además, un golpe bajo que debe servir de advertencia a lo que nos espera si, como sociedad, seguimos dando cabida a discursos pasados a toxicidad.

****

ARAÑA

Director: Andrés Wood

Intérpretes: Mercedes Morán; Marcelo Alonso; Felipe Armas; María Valverde; Pedro Fontaine; Gabriel Urzúa; María Gracia Omegna; Mario Horton; Jaime Vadell

Drama/Política

2019

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PETER FONDA 1940-2019

Qué manera tiene el destino de hacer las cosas…en la misma semana en que se cumple medio siglo desde el icónico festival de Woodstock, Peter Fonda, actor estadounidense muy vinculado al movimiento hippie y la contracultura norteamericana gracias al legendario filme Easy Rider –Busco Mi Destino- ha fallecido esta mañana, víctima de complicaciones en el tratamiento de cáncer al pulmón, según anunció un portavoz.

Miembro de una dinastía de grandes actores –hijo de Henry, hermano de Jane y padre de Bridget- Fonda tuvo desde 1962 una extensa carrera en teatro, televisión y cine, destacando sus premiadas actuaciones en filmes relativamente recientes como El Oro de Ulises (1997) o La Tempestad (1998), y mantuvo una nutrida agenda incluso como doblajista hasta algunas pocas semanas atrás.

Sin embargo, ninguno de sus roles tuvo la relevancia e influencia de Wyatt, aquel viajero que junto a su compañero Billy (Dennis Hopper) recorrió un país entero en motocicleta, empujado más que por cualquier otro motivo, por saciar un incontenible deseo de libertad. Eso hizo que Busco Mi Destino, en 1969, se convirtiera en la película emblema de la generación de las flores.

QEPD

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infierno terrenal

Ayer se cumplieron 40 años desde el estreno original de una obra mayor, Apocalipsis Ahora.

Y como decía hace unos días atrás, vean la reseña de 2001, publicada hace poco, que existe una categoría de películas que me sobrepasan. No porque no me gusten o las encuentre malas, sino que porque son demasiado buenas, a nivel extraordinario. Tanto, que no sé por dónde, por cuál de sus atributos partir el análisis.

Sólo sé que la epopeya dirigida por Francis Ford Coppola, basada libremente en la novela El Corazón De Las Tinieblas, de Joseph Conrad, está con justicia dentro de las mejores películas de la historia.

Corre el año 1969, y la guerra de Vietnam está en pleno apogeo. Mientras se recupera de una herida de guerra, que lo ha dañado más allá de lo meramente físico, el capitán Benjamin Willard (un soberbio Martin Sheen) es convocado por sus superiores para una delicada misión.

Se ha tenido noticias que un ex boina verde estadounidense, el Coronel Kurtz (Marlon Brando) ha perdido la razón, y ha levantado una suerte de secta de adoradores de su persona, compuesta por granjeros y lugareños del interior de Camboya, país neutral respecto de esta guerra. Sin embargo, las heridas físicas y mentales que ya acumula Willard, el entorno en que el conflicto se desarrolla, y todo lo que ya ha visto, y verá a lo largo del viaje, comprometerán gravemente la ya frágil sanidad del militar.

El rodaje de esta película, llevado a cabo principalmente en Filipinas, no tuvo mucho que envidiar al mismo conflicto que retrataba, por las complicaciones que su director debió enfrentar, desde la formación del casting (Martin Sheen, actor poco conocido en esa época, fue el elegido para interpretar a Willard luego de que otros mucho más populares se descartaran a sí mismos, o fueran descartados por Coppola) hasta las complicaciones propias de un rodaje que, en tiempos en que recién surgían los efectos especiales, debía hacerse materialmente, en el lugar de los hechos y en las condiciones físicas propias de dichos lugares, sobrepasando el presupuesto y poniendo a prueba la resistencia de los intérpretes y realizadores (de lo complicado que fue trabajar con Marlon Brando en estas condiciones, hablemos otro día, mejor).

Se cuenta que el consumo de drogas entre actores y técnicos se hizo habitual durante el rodaje, como una forma de resistir las extenuantes jornadas laborales.

Todo esto, a la larga, contribuyó a hacer realidad ese lugar común que reza “qué infierno es la guerra”. Todo lo relatado en esta cinta, fotografiada con soberbia por Vittorio Stortaro –ganador de uno de los dos Oscar que se llevó esta cinta, junto con mejor sonido, aunque corrió mejor suerte en los Golden Globes, Bafta y adjudicándose la Palma de Oro en Cannes, donde fue estrenada- debe constituir, como nada ni nadie más, y con todos los elementos surrealistas que Coppola introduce,  el mejor retrato que el cine ha hecho de la guerra de Vietnam.

Partiendo de la base que Vietnam fue un conflicto en que EEUU intervino, sin que nadie lo pidiera, sólo para tratar de golpear a la U.R.S.S., y que a la larga se convirtió en la gran herida al corazón de la nación del norte, agravada por las muertes inútiles que trajo consigo, no sólo de personas, sino también de las utopías y esperanzas de una sociedad mejor que habían surgido durante la década precedente.

La pesadilla de una nación, expuesta a través de la pesadilla de un individuo en particular. La misión encomendada a Willard es un verdadero viaje por el infierno, que el uniformado debe asumir aún sin estar seguro de la utilidad de la misión, ni de sus propias capacidades. Willard caminará sobre una cuerda floja, la más mínima distracción y su caída a la muerte, a la desesperación, a la locura total, será irreversible. Y la meta a la que ha de llegar (hacerse cargo de un personaje que hace rato ya cayó, y que en su colapso ha arrastrado a una comunidad completa) tampoco es la más estimulante de las opciones, por cuanto no aleja a nuestro antihéroe de lo que el destino depara para él. Más bien lo acerca y acelera.

Película magistral por donde se le mire, fue objeto de una reedición en el año 2001 (Apocalypse Now Redux), que agregó más de tres cuartos de hora de material inédito, que como pocas veces, terminó siendo favorable a la historia, haciéndola más grande aún. Y este año, se estrenó a nivel de festivales y en algunas salas, una versión restaurada del filme, la que debiese estarse lanzando en formato 4K por estos días.

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APOCALYPSE NOW

Director: Francis Ford Coppola

Intérpretes: Martin Sheen; Marlon Brando; Dennis Hopper; Robert Duvall; Laurece Fishbourne; Harrison Ford; Frederic Forrest; Albert Hall; Scott Glenn

Drama bélico

1979

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Hitchcocksas que se me ocurren

Ahora me cuadran muchas cosas.

Hoy Sir Alfred Hitchcock (1899-1980) habría cumplido 120 años.

No voy a ponerme esta vez a hablar de su gigantesco legado (junto con John Ford y Billy Wilder forman la que, según una doctrina mayoritaria, es la tríada fundamental del cine estadounidense, los responsables que de una vez por todas se valorizara al director por sobre al productor), porque de eso se ha hablado y se seguirá hablando ad eternum.

Sólo que me puse a sacar cuentas y concluí que, entonces, en 1999, Sir Alfred debió cumplir cien años de edad.

Ahí entendí todo. Ahí me quedó claro porque 1999 fue el último gran año del cine, como hemos reiterado hasta el cansancio: el año en que Alfred Hitchcock hubiera cumplido un siglo, fue el último año en que el cine tuvo un rendimiento cualitativo cercano a la perfección.

No podía ser de otra manera: estábamos ante un año bendito.

Al final todo cuadra.

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