Es el año 1982, tras el término de la Guerra de las Malvinas y el inminente ascenso de Raúl Alfonsín al poder, poniendo fin a la dictadura, Arquímides Puccio (Guillermo Francella), comerciante, aunque en estricto rigor es un agente encubierto de los servicios de inteligencia, ante la nueva situación política que podría dejarlo al margen, decide cambiar de negocios.
Junto a su familia y algunos colaboradores próximos, especialmente su hijo mayor, Alejandro (Peter Lanzani), seleccionado nacional de rugby, incurre en el secuestro extorsivo, partiendo por un compañero de equipo del muchacho, a quien ejecutan incluso una vez pagado el rescate.
Así, haciendo uso de las tácticas aprendidas en sus años de inteligencia, y aprovechando ciertos privilegios que mantiene, aún en democracia, Arquímides y su familia comienzan una seguidilla de secuestros del mismo tipo, en momentos que Alejandro se cuestiona seriamente sobre si seguir participando del negocio familiar…
El día que Bear Story ganó el Oscar, un twittero cuyo nombre ni él mismo se quiere acordar se le ocurrió decir “Argentino, dime, ¿Cuántos oscares tenés?”. El trolleo fue masivo, pues sabido es que Argentina ya tiene en su palmarés tres premios por mejor película de habla no inglesa, más que merecidos (el último, El Secreto de sus Ojos) y varias nominaciones al mismo.
Y si bien El Clan, película de Pablo Trapero estrenada en 2015, deuda que estoy pagando hoy, estuvo más bien lejos de ser nominada siquiera a la estatuilla del calvo dorado, eso no le quita peso a la afirmación de que, aún con todo lo que nuestro cine ha avanzado, todavía estamos bastante lejos del nivel de la producción trasandina.
¿Cómo se explica eso? Por un lado, tenemos que si bien tenemos un pasado político similar, la dictadura argentina no coartó la creatividad ni cercenó los canales de expresión. Cierto, estuvo en medio la Guerra de las Malvinas que de uno u otro modo forzó a las autoridades a promover la producción nacional, pero de todos modos cuenta. Así, no sólo no se produjo un estancamiento (como si se vivió acá, con la escasa producción fílmica, y no necesariamente buena), sino que se hizo crecer a la industria, cuantitativa y cualitativamente, a la par con un sentimiento comunitario de orgullo por lo que se produce, más allá de la camiseta.
Yo no sé si hayan argentinos diciendo “Ah claro, hace películas porque tiene plata”, o “Para que hacen películas si lo único que hacen es decir garabatos y poner minas en pelota” o “Hasta cuando con el mismo tema! Supérenlo!”. Puede que sí, pero no me consta, ni me importa.
Otra virtud del cine argentino en general (y en cierta forma el español y el mexicano también) es que ha sido capaz de romper la barrera entre el mainstream y el cine de autor. Si a la masa le presentas un producto de buena calidad, que le pegue fuerte, lo va a aceptar, y hasta agradecer, otra cosa que aquí aún no podemos superar. Pasó con la citada El Secreto de Sus Ojos, pasó con la gran Relatos Salvajes. Y El Clan no es la excepción. Cintas de muy buena calidad y que tienen una excelente taquilla, incluso fuera de sus fronteras.
Puntualmente hablando, la película de Pablo Trapero cuenta la historia real de la familia Puccio, caso que removió a la comunidad bonarense durante los primeros años luego del retorno a la democracia, y no es para menos: familia ligada a los servicios de inteligencia dedicada al secuestro y ejecución de personas, que operó durante varios años con la complicidad de las antiguas autoridades. Más desconcertante resulta el hecho de que esta banda operaba silenciosamente, pasando ante la opinión pública como cualquier otro vecino del barrio.
El enemigo no está en un palacio o en un cuartel general. Está al lado.
Y aquí es donde uno queda inquieto: y si en Argentina hubo este tipo de casos..en otros países que también tuvimos dictadura..¿habrá pasado también? ¿habrán civiles que, gozando de la impunidad, también hicieron de las suyas? ¿Qué también de una u otra forma sacaron su tajada? De más que si.
(luego recuerdo que en Chile si los hubo..y hay. Se llaman isapres, afp, sistema financiero).
Y aunque la connotación de la historia es realmente violenta, Trapero tiene el acierto de no caer en el morbo. Si, hay secuencias que pegan fuerte por su agresividad, y bien gráfica, pero no se olvida que este no es un filme gore, sino que tiene una historia de un grupo familiar de mentalidad y valores tan trastocados que no ven para nada anormal tener a un tipo aterrado y encadenado en un sótano, cobrar por él y después pegarle un tiro. El núcleo, por así decirlo, no es la violencia, sino la gente que vive de esa violencia, sacando provecho de ella. Estos aciertos constituyen la gran mayoría de virtudes del filme.
El Clan se sostiene también en un elenco sólido, bien seleccionado, bien constituido y encabezado por el tremendo Guillermo Francella. Conocido principalmente por sus personajes humorísticos (Poné a Francella, El Hombre De Tu Vida), se transforma no sólo físicamente para dar vida a Arquímides Puccio, el macabro jefe de esta familia, un individuo sin escrúpulos, sin vergüenza y que está rodeado de un aura de maldad y perversión. Un monstruo incapaz de valorar la vida ajena, que ni parpadea a la hora de cometer sus maldades. Y que basta con mirarlo para sentirse inquieto con su presencia.
Cuanto actor ha muerto tratando de sacarse de un estereotipo, y a Francella le basta este filme (bueno, quizás entre ésta y, una vez más, El Secreto de sus Ojos) para hacerlo.
Aunque tiene sus imperfecciones, lo cierto es que uno no puede mirar con sarcasmo el cine trasandino porque esta vez nos fuimos con un Oscar y ellos no. Más bien conviene mirar la cinematografía argentina con sana envidia..y con respeto.
***1/2
EL CLAN
Director: Pablo Trapero
Intérpretes: Guillermo Francella; Peter Lanzani; Gastón Cocchiariale; Lili Popovich; Giselle Mota; Franco Masini
Suspenso
2015
fretamalt@hotmail.com @panchocinepata