Hace unos años vi un documental llamado Trekkies (Roger Nygard) a través del cual se recorría el submundo de los fanáticos de Star Trek. Y no lo pude ver hasta el final pues, tanto fanatismo, a medio camino entre el fervor religioso y la obsesión, y con tanto personaje de niveles enfermizos, rondando sobre la faz de la tierra, me pareció excesivo. Me pareció demasiado. Porque es cierto, ser fan de algo es dentro de todo normal (como quien va al estadio con camiseta azul -o blanca ¿conforme?, para ver a Iron Maiden nadie entra con camiseta Polo o sueter artesa, y yo mismo cuando fui a ver a la WWE andaba con mi polera del Undertaker) pero de ahi a andar disfrazado, de vivir en función de tu objeto de culto, de supeditar tu existencia a lo que pase en pantalla…bueno, simplemente no comparto esa tendencia. Eso no es fanatismo, es obsesión. Adicción. Esclavitud incluso. Yo no acamparía afuera de un cine esperando el estreno de una película (de hecho, yo solo vi The Dark Knight dos días después de su estreno, o los episodios de Star Wars, que sólo atiné a verlos días, semanas incluso, después de sus debuts, junto al público, digamos, no militante) o de un recital por importante que sea.
El cine es vida, se supone. Pero este tipo de fanatismos, no.
Es que simplemente no es mi estilo gastar veinte mil pesos en una action figure de un personaje que salio, con suerte, cinco minutos en seis películas (menos todavía dejarla con su envoltorio intacto) ni andar dandole motivo al prójimo para que se ría a mis costillas. ¿Han visto como retrata el cine y la TV a los, como se les conoce, fanboys? Tipos sin vida más allá del PC y de las figuras de acción. Pero intransigentes e intolerantes. Piensen en el tipo de la tienda de historietas de Los Simpson.
Aunque de vez en cuando se dejan ver algunas cosas que, sin evitar los clichés, resultan más respetuosas y hasta reinvindican al fanático militante. Mucho del cine de Kevin Smith corre por ese sentido. Y la mayor expresión de dicha corriente es este título de 2008 que, para variar, no llegó a los cines, ni creo que lo haga.
Fanboyscuenta la historia de cinco amigos fans de Star Wars: Hutch (Dan Fogler), Windows (Jay Baruchel) y Linus(Chris Marquette). Es 1998 y cuentan los días para el estreno de La Amenaza Fantasma. A ellos se suma Eric (Sam Huntington), quien lleva ene tiempo distanciado del trío, especialmente de Linus, que lo considera un traidor al haber dejado botado el cómic que pretendían hacer en equipo, para dedicarse a vender autos usados, y Zoe (Kristen Bell, insisto, subvalorada) la única mujer del grupo y por algún motivo, la voz de la razón del quinteto (otro cliché).
Cuando Eric se entera que Linus padece cáncer y no le quedan muchos meses de vida, reúne al antiguo grupo y rescata uno de sus olvidados y más ambiciosos proyectos: invadir el Rancho Skywalker, robar una copia del Episodio I y verla antes que el resto. Resultado? una road movie repleta de momentos bizarros. Como una notable pelea con un grupo de trekkies o el encuentro del grupo con Harry Knowles, el geek a cargo de la web Aint-it-cool-news, encarnado por Ethan Suplee(My name is Earl).
Pese a la premisa y al casting que incluye nombres ligados a SW ya fuera como protagonistas (Carrie Fischer, Billy Dee Williams), fans (Kevin Smith,) o incluso competidores (William Shatner), y a tener abundantes canciones de Rush en su soundtrack, y a haber sido bien evaluada en IMDB, Fanboys fue un fracaso de taquilla, pero que sin embargo en dvd ha funcionado bastante bien. Y aunque, repito, insiste con los clichés del género (el fanboy como un pobre diablo sin suerte, sin vida y sin mayor preocupación por su estado físico o imagen, lo cierto es que reivindica bastante a la subespecie: los losers también tienen sentimientos.
Linus, en algún momento, le preguntará a Eric si toda la experiencia que han pasado «no tenía nada que ver con la película, verdad?» La respuesta más acertada al respecto la dio Alberto Fuguet en una columna hace un tiempo «es al final una excusa. Que lo que importa…es el poder conectar». Y como todo en la vida, en dosis justas vaya lo sano que es…y hasta tiene buen gusto.
(A propósito de lo sano, el día que fui a ver Wolverine me estaba poniendo una polera de SW…pero algo me dijo que mejor me pusiera otra cosa. Y vaya que fue una buena idea…recien se había estrenado Star Trek y la fila de al lado estaba repleta de trekkies. Estos pueden ser incluso más bestiales que un barrabrava, así que me salvé de una…)
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