En los primeros años luego de la Segunda Guerra, Wiktor Warski (Tomasz Kot), director de orquesta, es parte de una comitiva que recorre diversos pueblos del interior de Polonia, reclutando gente con talento para la música y el baile, a fin de reforzar el cuerpo nacional de ballet tradicional. Así es como conoce a Zuzanna, también llamada Zula (Joanna Kulig), quien pronto se convierte en la primera bailarina y cantante del grupo, el cual al poco tiempo consigue gran éxito en su país.
En paralelo, Zula y Wiktor inician un romance, que por el bienestar del conjunto, optan por mantener en la clandestinidad.
La popularidad del conjunto llama la atención del régimen comunista gobernante, que lo convierte rápidamente en un canal de propaganda a su favor. Wiktor, que no simpatiza con el régimen, decide abandonar el conjunto y el país. Sin embargo, Zula no comparte esa apreciación y se queda, rompiendo la relación entre ambos.
Ni ello, ni sus diferentes temperamentos ni maneras de ver la vida impedirá que, a lo largo de los años se reencuentren, reavivando, aunque sea esporádimcamente, la pasión que siempre ha existido entre ambos…
Es cierto que Roma ha corrido esta temporada de premios con la fuerza de un huracán, y sacando varios cuerpos de ventaja respecto de sus competidoras. Pero no por eso vamos a ignorar al resto de competidoras, menos cuando entre ellas se encuentra Cold War, la notable cinta polaca que debe ser la que llega mejor parada a enfrentar al filme de Cuarón.
Dirigida por Pawell Pawlikowski, quien también compite como Mejor Director (ya había ganado como Mejor Película de Idioma No Inglés en 2013, por Ida, compitiendo este año además por mejor fotografía), estamos ante una película medianamente autobiográfica, toda vez que Pawlikowski dedica este trabajo a sus padres, y se encuentra fuertemente inspirado en ellos.
En ese sentido, en cuanto se trata de una historia personal, cercana a su autor, y en el hecho de ser en blanco y negro, se emparenta con la cinta mexicana con la que compite. Sin embargo, las conexiones entre ambas terminan ahí.
Porque donde Cuarón cuenta una historia acotada a un lugar y momento determinado, Pawlikowski se la juega por un relato que trasciende tiempo, lugar y hasta contingencia política: el romance entre intervalos de sus protagonistas, vínculo que va sobrepasando toda clase de impedimentos, desde el temor al que dirán, a la persecución política, pasando por las personalidades de sus protagonistas.
Estamos hablando de una historia que, en forma de episodios (sin título, aunque nos indican el lugar y época en que transcurre cada uno), abarca poco más de veinte años. Eso impone un trabajo particular para la debida reconstrucción de cada época, aspecto en el que hay que sacarse el sombrero por lo que estamos viendo, gracias a una lograda dirección de arte.
Del mismo modo, es un acierto el guión de esta película, por varias razones. La primera, el poder de síntesis, al convertir una historia que abarca más de dos décadas, en apenas una hora y media, lo que lleva al director a compactar la historia que cuenta, obviando irse por las ramas con asuntos que no vienen al caso (las referencias al contexto histórico son puntuales, justas y necesarias para entender el relato..podría ahondar, hablar de política y con eso subir la taquilla con ese recurso, pero no lo hace, porque es consciente que eso, aunque incide, no es lo que importa en este relato) y enfocarse en lo que realmente Pawlikowski quiere contar: la historia de Zula y Wiktor.
Pawlikowski, en tal sentido, es buen alumno, buen heredero de un cine que ya no se hace (o no llega para acá) tan seguido. Un cine que privilegia las historias personales, capaz de concentrarse en las existencias de sus protagonistas, poniendo todo lo demás al servicio de tales.
Enfatizando en sus relaciones, en sus diálogos, en sus emociones. En la manera en que deben enfrentar la inevitable atracción que se profesan entre sí, la pasión que despierta en el uno por el otro y viceversa, y el drama personal de cada uno al asumir que las circunstancias de cada momento hacen imposible el estar juntos, a fin de proteger el status quo, a costa de sus propios sentimientos.
Es esta tragedia entre lo que sienten recíprocamente, y el conflicto entre ello y lo que les toca vivir, más la duda de hasta cuándo deberán vivir postergando lo inevitable, mandando lo circunstancial a buena parte, es lo medular de esta cinta, el relato por el que Pawlikowski se la juega por entero y poniendo todo lo demás al servicio de lo que está contando.
Apoyado en la gigantesca actuación de su pareja protagónica, en torno a quienes gira todo lo que está pasando.
La apuesta sale a su favor, y el resultado es esta cinta, superior a todas las partes que la componen, sobria y sutilmente construida, ingeniosamente contada y profundamente sobrecogedora.
Y es por esto que digo que Pawlikowski es buen alumno del cine a la antigua, es porque retoma una premisa fundamental: no necesita tanto para hacer una película grandiosa.
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COLD WAR/ ZIMNA WONJA
Director: Pawell Pawlikowski
Intérpretes: Joanna Kulig; Tomasz Kot; Borys Szyc; Cedric Kahn
Drama
2018
PD: Además que, fuera de sus cortos más clásicos, es el mejor uso que se le ha dado a Tom & Jerry en la gran pantalla, incluso cuando no salen expresamente en pantalla (pero si usted recuerda el corto Solid Serenade, seguro lo reconoció).
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