Llegando a su casa de madrugada, el respetado cineasta italiano Salvatore Di Vitta (Jacques Perrin), se entera de que su madre ha intentado encontrarlo todo el día, para contarle que Alfredo ha muerto. La noticia deja inquieto a Salvatore, quien pasará la noche en vela pensando…
Pensando en el pequeño pueblo pesquero de Giancaldo, en los primeros años tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en el que un niño, Totó (Salvatore Cascio), pasa los días metido en la sala de proyección de Cinema Paradiso, el cine del pueblo, para agotar la paciencia de Alfredo (Philippe Noiret), el viejo operador de la proyectora, con el que a la larga terminará desarrollando una estrecha relación…
Así como hay gente que hace pasar por amor por el cine su fobia a la vida, también hay ocasiones en que, a la inversa, el amor por el cine y el amor por la vida son perfectamente compatibles. Cinema Paradiso, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera 1988, y que desde entonces ha producido toda clase de opiniones encontradas entre críticos*, es no sólo prueba de lo anterior, sino también factor de unión entre las personas.
A nivel, por decirlo de alguna forma, macro, Paradiso es el punto de encuentro para la comunidad de Giancaldo, un pueblo como muchos que hay en el mundo, donde no muy a menudo pasan cosas emocionantes, y donde todos sus habitantes, de un modo u otro, se terminan conociendo. La humilde sala del Paradiso, que se llueve en invierno y es un horno en verano, donde el gran evento social es la exhibición, aunque sea por un par de días, de la película de moda, es el centro social donde confluyen ricos y pobres, viejos y jóvenes, derechistas e izquierdistas (bueno, no es el único, también está la Misa semanal, pero en el templo hay cosas que no se pueden hacer ni decir).
Pero también lo es a nivel micro: gente que se conoce dentro de la sala, parejas y familias que se forman frente a ella. Y especialmente en el caso de Totó, que encuentra en el cine la felicidad que no encuentra en otro lado, y en Alfredo, el proyeccionista, el modelo que no tiene en su casa (su padre nunca volvió del frente). Y aunque en el principio la relación es tirante –Alfredo no aguanta tener al niño dando vueltas a su alrededor todo el día-, el anciano ve en Totó al hijo que tampoco tuvo, y con los años la relación se irá fortaleciéndose más allá del oficio que los une.
Así, mientras tenemos una comedia sobre la vida en comunidad, tenemos un relato topo coming-of-age, de un niño que se convierte en hombre, sus triunfos y derrotas, satisfacciones y vacíos, y los momentos felices y amargos que atraviesa a lo largo de su vida.
Sobre tener la perspectiva para encontrar tu lugar en el mundo y lo que te hace más feliz de estar en él. Y por ese camino, es Aflredo quien le dice a Totó las verdades que quizás no quiere, pero tiene que oír para dar con esa perspectiva.
Para dar con la perspectiva, Totó, o Salvatore, quien en la vida cosechará éxito, reconocimiento, pero no necesariamente la felicidad, y cerrar ciertos círculos, necesitará años. Menos necesité yo, en todo caso, para entender y apreciar esta historia en la manera exacta.
Todo ello sazonado con las vivencias propias de este pequeño pueblo, y las diversas situaciones que se dan en el marco de la función de cine: el tipo que se queda dormido, el que se sabe la película porque ya la ha visto y no puede aguantar contarla, ese espectador de platea alta que le gusta escupir al resto, la pareja intimando en plena función, los niños viendo a Brigitte Bardot para…bueno, si vieron la película lo saben. Y haciendo alusión a los cambios que la sociedad ha experimentado con los años, dentro y fuera de la sala.
La gloriosa partitura de Ennio Morricone hace la experiencia aún más grandiosa.
Las observaciones que con más frecuencia se hacen de Cinema Paradiso se relacionan con el uso (o abuso) del material de archivo (consistente en clásicos del cine italiano y filmes de la primera gran época de la industria hollywoodense) que hace Giuseppe Tornatore, para contar un melodrama basado en recuerdos, anhelos y frustraciones de su realizador (curioso, en cierta forma Tarantino y, especialmente, Almodóvar hacen en cierta forma lo mismo y a ellos se les celebra). Tal vez así sea, pero no veo que puede haber de malo en ello.
Por el contrario, yo lo veo como un homenaje/agradecimiento del autor a aquellas obras que lo acompañaron a lo largo de su vida, que estuvieron ahí en sus momentos de felicidad, que lo ayudaron a pasar los instantes de amargura. Que hicieron de su autor lo que es, y que hicieron más llevadera su existencia ¿No nos hicimos cinéfilos por eso?
Ojo, hay una versión extendida, que no he visto aún, pero los que sí lo han hecho recomiendan quedarse con la versión de cine, sobre todo la versión 4K lanzada hace pocos meses.
CINEMA PARADISO
Director: Giuseppe Tornatore
Intérpretes: Salvatore Cascio; Philippe Noiret; Jacques Perrin; Marco Leonardi; Agnese Nano; Antonella Attili; Enzo Cannavale
Drama
1988
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