Sucedió en 1940, durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, y cuando el conflicto involucraba solo naciones europeas.
En las costas de Dunkirk, Francia, frente al Canal de La Mancha, cerca de trescientos cincuenta mil soldados ingleses, franceses y belgas, han sido sitiados por las tropas alemanas, sin poder abandonar el lugar si no es por mar.
Mientras los hombres esperan en el muelle, una gigantesca y arriesgada operación se lleva a cabo por mar y aire, incluyendo esfuerzos de civiles, para proceder, lo antes posible a una inédita y titánica evacuación…
Una de las grandes verdades del cine es que es una fábrica de salchichas que de vez en cuando produce obras de arte. Obras que simplemente se salen muy por encima del promedio y que dejan sin argumentos a aquellos que despotrican hasta por los poros contra el cine de Hollywood, forzándolos a bajar la cabeza, avergonzados.
Dunquerque, la nueva película de Christopher Nolan, es el último ejemplo de aquellas obras que nos hacen agradecer el haber nacido con el gusto por el cine impreso en nuestro disco duro personal.
Por razones de transparencia declaro desde ya mi predilección por la filmografía de Nolan, aunque debo reconocer también que sus últimos trabajos habían tenido un desempeño discreto. Sin ser malas, The Dark Knight Rises (2012), por un lado, estuvo muy por debajo de lo que venía siendo el trabajo de Nolan con Batman, mientras que Interstellar había que darle más de una pasada para poder apreciarla como corresponde (demasiado complicada para apreciarla en una sola vista, y demasiado larga como para motivarse a repetírsela muy seguido).
Bueno, con Dunquerque, Nolan se despacha un salto gigantesco, cualitativamente hablando, en su carrera cinematográfica.
Reconstruyendo uno de los principales hitos de la Segunda Guerra Mundial (la operación Dinamo, por la cual las fuerzas armadas inglesas y un sinnúmero de embarcaciones civiles evacuaron a más de trescientos mil de sus efectivos varados en el lado francés del Canal de La Mancha), Nolan construye un relato atractivo sobre la base de una inédita forma de narrar, enfocando en tres frentes distintos (el muelle, el aire, el mar) pero en momentos narrativos diferentes, que van confluyendo hasta encontrarse.
Como pasa poco en el cine bélico (el de la Segunda Guerra, al menos) Nolan deja de lado el relato heroico, ese protagonizado por combatientes que libran majestuosas batallas, ganan medallas, obtienen monumentos y su nombre es usado en las principales avenidas de las grandes ciudades. Nolan opta por relatar esta epopeya desde el prisma del soldado común, ese que vuelve después del conflicto sin mayor pompa, sin mayores recompensas y muchas veces no en las mejores condiciones físicas o mentales. Los que tienen suerte de regresar, digamos (muchos otros terminan enterrados en fosas comunes, en la misma playa o abandonados en altamar).
En este caso, un joven soldado inglés (Fionn Whitehead) y sus insistentes intentos por embarcarse desde la costa francesa. En un padre (Mark Rylance) que junto a su hijo y un amigo de este viajan en su pequeña lancha a través del canal, rescatando a un sobreviviente (Cyllian Murphy) por el camino. Y en un piloto (Tom Hardy) que desde el cielo deberá velar por la seguridad de sus compañeros de armas, pese a la escasez de municiones y de combustible.
Es, efectivamente, un relato sobre la guerra a escala humana. un relato donde no hay héroes ni enemigos. No hay vencedores ni vencidos. Tampoco generales planificando el combate desde la comodidad de un despacho…apenas uno, peleando codo a codo junto a los suyos y más preocupado de poner a sus hombres a buen recaudo antes que de los honores que se le podrían brindar.
Un relato sin más diálogos que los estrictamente necesarios y que funciona sobre todo gracias a la excelente capacidad narrativa de Nolan (como guionista y director, ambas funciones que ejerce en este filme) capaz de meternos de lleno en la sensación que soldado, civil y piloto atraviesan a lo largo de la historia.
Sentimos como propias las emociones y vivencias de los personajes durante el relato, y por lo mismo uno es incapaz de pestañear mientras ve la película, pues no deja de pensar que algo grande está pasando o está por pasar.
Película que solo necesita 106 minutos para contarse y entenderse a la perfección, otro detalle insólito en la filmografía de Nolan (normalmente superior a las dos horas, a las dos y media incluso).
La tensión es absoluta, y viendo Dunquerque pensamos más de una vez eso de “que infierno es la guerra” y no como un eufemismo o frase hecha. Es porque en verdad nos causa la sensación de estar metidos en un infierno. Nos importa un cuerno quien gane o pierda, solo queremos salir vivos.
Puedo sonar exagerado, pero creo que desde Apocalipsis Ahora (1979) que no se veía un relato así de crudo acerca de una guerra.
Nolan se vale de grandes talentos para llevar su epopeya a buen puerto, como la impecable fotografía de Hoyte Van Hoytema, la edición de Lee Smith, y la increíble partitura de Hans Zimmer. Cito textual los nombres de estos realizadores pues muy probablemente se repetirán en la próxima temporada de premios.
Salto cualitativo dentro de la filmografía de su autor, pero sobre todo dentro de la actual cartelera, Dunquerque está muy por encima del promedio de lo que Hollywood nos da anualmente. Y cuando presenciamos hitos como Dunquerque, todos (industria, realizadores, espectadores) salimos ganando.
****1/2
DUNKIRK
Director: Christopher Nolan
Interpretes: Fionn Whitehead; Mark Rylance; Cyllian Murphy; Tom Hardy; Kenneth Branagh; Jack Lowden; Tom Glynn-Carney; Harry Styles
Belica
2017
fretamalt@hotmail.com @panchocinepata