un seguidor agradecido

Me demore más de lo que pensaba, pero da lo mismo, porque…¡¡ cómo lo disfruté !!

Meditaciones de Cine,la segunda incursión literaria de Quentin Tarantino, primera dentro del terreno de la no ficción, es un repaso por esas películas que vio en cine cuando era un niño o adolescente,  contándonos qué es lo que más le gustó de éstas y como lo marcaron en su futura vida como realizador, ya fuese escribiendo, dirigiendo, actuando, musicalizando, en fin.

Es curioso, pero al mismo tiempo que es objetivo en hablar de lo bueno y malo de estos filmes (entre los que se cuentan Bullit, Dirty Harry, Taxi Driver, Fuga de Alcatraz, en fin) Tarantino es respetuoso y agradecido de estos títulos, así como de sus realizadores e intervinientes (John Ford, Don Siegel, Sam Peckimpah, Martin Scorsese, Brian De Palma, Tobe Hopper, entre varios otros), por lo que en ese momento significaron para él entonces y después.

Cierto es que se echan de menos anécdotas de su época de dependiente de videoclub, que el propio Quentin ha calificado el mejor aprendizaje que pudo tener (eso le permitió ver aún más películas de las que había visto en salas, y lo llevó a interiorizarse aún más leyendo revistas y libros del género, y consultando a críticos como Pauline Kael), pero ya en el prólogo de este libro, QT deja en claro que este texto no va por ahí, aunque tampoco niega que alguna vez vaya a tocar el tema (ahora que está más pendiente de escribir, que de filmar, es una señal que entusiasma y da esperanzas).

Lo que es el destino, este ensayo llega a nuestras manos en un momento en que el cine ha volcado su mirada en sí mismo (Spielberg con The Fabelmans, Chazelle con Babylon, Sam Mendes con Empire of Light). Así las cosas, pensando en la formación autodidacta de Tarantino como cineasta, el mejor resumen que podemos hacer de estas Meditaciones..  es que estamos frente a un aprendiz agradecido de sus maestros.

De los maestros que tuvo en la pantalla, pero también a quienes, partiendo por su madre, lo incentivaron desde fuera de ella a ingresar en ese mundo que nace cuando se enciende el proyector, y a recrearlo.

Y en tiempos en que cualquiera se coloca el cartel de cinéfilo porque se pone a escupir toxicidad con un micrófono delante de un aro de luz (esos que no aman el cine, odian la vida), qué valioso es toparse con un texto como éste, del que chorrean litros de homenaje, respeto y humilde agradecimiento.

(Y sí, tengo que ver Bullit, lo sé. Son demasiadas señales en ese sentido, ya está bueno que les haga caso).

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no, no resultó dos veces

La vida de Peter Miller (Hugh Jackman) está a punto de cambiar: abogado de una gran corporación con pretensiones políticas, casado en segundas nupcias con Beth (Vanessa Kirby) y padre por segunda vez, todo parece ir sobre ruedas.

Hasta que su ex esposa, Kate (Laura Dern) lo visita para contarle que Nicholas (Zen McGrath), el hijo adolescente de ambos ha dejado la escuela hace un mes, sin decir a dónde se va, y se ha vuelto cada vez más introvertido y emocionalmente distante.

Pensando en la difícil relación que él mismo tuvo con su padre (Anthony Hopkins), y aunque sabe que su relación con Nicholas no ha sido la mejor, Peter accede y recibe al joven en su departamento. Sin embargo, las cosas para el chico están muy lejos de mejorar..

Otra que pasó de largo de casi todas las premiaciones…y la verdad, hay una justificación.

Hace un par de años, el dramaturgo Florian Zeller daba el salto de las tablas a la pantalla adaptando su propia obra, The Father, convirtiéndose en uno de los grandes aciertos de esa extraña temporada 2020, y su siguiente proyecto, partiendo de otra obra suya, The Son, levantó bien arriba las expectativas. Pero uno propone…

Porque donde The Father era una obra poderosísima que se bastaba a sí misma, fortalecida con las sobresalientes interpretaciones de Olivia Colman y un gigantesco Anthony Hopkins (que le valió su segundo Oscar), la verdad es que The Son queda bastante corta, y de no ser por sus actuaciones principales y su montaje, resulta un trabajo bastante convencional y abundante en lugares comunes.

Ambas historias se tratan de personas que, más allá de la sangre y el apellido, poco tienen en común y existe entre ambos una brecha generacional y emocional que está lejos de cerrarse, más bien al revés, sea por la cada vez más deteriorada salud intelectual del padre, en el filme de 2020, o una depresión tan avanzada en el caso del hijo (sazonada por la existencia, en el segundo filme, de un personaje intermedio, que no lo pasó bien siendo hijo, prometiendo no cometer los errores de su padre pero que, a la hora de la verdad, inevitablemente cae en ellos).

Cierto, está bien que se hable de la depresión en adolescentes (bueno, no sólo en ellos) y cómo necesita ser tratada debida y oportunamente. Y también es cierto, no puedes hacer que tus hijos carguen con eso que te echaron encima tus padres (aunque en realidad, no debería estar diciendo esto, no soy padre de nadie). El problema es que el trato que Zeller da al tema no dista mucho de cualquier serie o película familiar de fin de semana por la tarde, de esas que desesperadamente quieren dejar una moraleja. Este tipo de narraciones la hemos visto antes. Y no con el mejor resultado.

¿Habrá incidido en algo que The Father se haya rodado en plena cuarentena, con muchas medidas de resguardo que obligaron a hacer mejor y más ingenioso uso de los recursos que en The Son, rodada cuando las medidas ya estaban mucho más relajadas?

Zeller consigue que su cuento salga adelante gracias a la acertada edición de Yorgos Lanthimos, lejos de su habitual trabajo como director, y una acertada partitura de Hans Zimmer. Pero también están las sólidas actuaciones de Hugh Jackman y Laura Dern en el rol de estos padres que se ven forzados a volver a verse las caras por el bienestar de su hijo (y para qué hablar de un Anthony Hopkins que en una sola escena corta y con pocos diálogos levanta la película como ni te digo).

Lamentable aquí es que sea el protagonista de la obra, el que da su título a la misma  (o uno de ellos, este filme debió llamarse Los Hijos, ya que si vemos con atención, se trata de más de uno) el que tenga la performance más débil. A plana a ratos, sobreactuada en otros, el trabajo de Zen McGrath, más que provocarnos empatía, hace que pensemos que su Nicholas es un chiquillo irritante, poco agradecido y que le gusta andar de víctima por la vida. Sabemos que la idea no es esa, pero no podemos evitar concluirlo.

The Son no es una mala película, pero por lo que había ofrecido Florian Zeller en su anterior trabajo, se esperaba más que un melodrama de domingo por la tarde. Es muy luego aún, por cierto, pero sería una pena que Zeller terminase convertido en One Hit Wonder.

***

THE SON

Director: Florian Zeller

Intérpretes: Hugh Jackman; Laura Dern; Vanessa Kirby; Zen McGrath; Anthony Hopkins

2022

Drama

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el pecado del exceso

La temporada de premios marca la pauta cinematográfica de las primeras semanas del año y uno trata de ver no sólo lo que fue nominado, para conocer cuáles son sus fortalezas y qué posibilidades tienen, sino también lo que no fue nominado, pese a que dicha situación caía de cajón, para tratar de entender por qué fue ignorado. Hay al menos un filme en esa situación cada año.

El 2022, ese “honor” le corresponde a Babylon, la superproducción de Damien Chazelle acerca de los primeros años de Hollywood como el corazón de la industria del entretenimiento. Pero en su caso fue más grave: no sólo no sedujo a la Academia (aunque tuvo algunas menciones en categorías secundarias y ha logrado figuración en otras entregas) sino que fue un fracaso de taquilla: 56 millones de dólares recaudados a nivel mundial, para un presupuesto de 80 millones.

Ahora se ve como un fracaso relativo, quizás, pero en el decisivo fin de semana de estreno, apenas pasó los tres millones de dólares. Eso hizo que su paso al sistema on demand se diera en tiempo récord para una producción de esta naturaleza: menos de un mes desde su estreno en salas, y adelantó su lanzamiento en físico para marzo.

¿Qué pudo causar esta debacle? ¿Cómo un filme que habla de uno de los temas favoritos de Hollywood (el mismo Holywood) pasa tan en banda? Vamos por partes.

Nuestra historia comienza en 1926. Es la época de oro del cine mudo, así como el surgimiento de los estudios cinematográficos. Y aunque el oficio fílmico aún se desarrolla en precarias condiciones (en un mismo campo se ruedan a la vez varias películas de distinto género y registro), estamos ante una industria que crece rápidamente.

En esta creciente industria ya tenemos estrellas consagradas como el popular Jack Conrad (Brad Pitt) o Nellie LaRoy (Margot Robbie) una actriz que al poco tiempo de debutar se ha convertido en la favorita de la prensa de espectáculos. Pero también hay gente con ambición detrás de cámaras, como Manny Torres (Diego Calva), que anhela convertirse en productor.

Pero todo lo que sube tiene que bajar, y mientras la industria cinematográfica seguirá creciendo rápidamente durante los siguientes años, tanto en lo tecnológico como en lo financiero, lo cierto es que ese progreso no será gratuito e irá dejando varios heridos en el camino.

Historia de auge y caída en los primeros años de la industria del cine. La idea es atractiva y es el tipo de relato que enloquece, sobre todo a la Academia. Si en la gloriosa LaLaLand, el mismo Chazelle relataba, al margen del romance, la historia de dos personajes buscando entrar al star system (a qué costo, ese será tema para otro análisis) aquí tenemos el relato inverso: un star system que necesita sacarse algunas cosas para avanzar.

Y aunque en líneas generales Babylon es un buen filme, hay situaciones que conspiran contra sus buenas intenciones…aunque ninguno me termina de convencer del todo.

Se ha dicho por ahí, que el problema está en su duración. Eso no lo creo mucho. Estamos en épocas en que cualquier blockbuster te dura entre dos horas y media y tres (las películas de menos de dos horas se han convertido en la excepción, y si un filme dura 90 minutos hay que celebrar), así que algo no me cuadra. Lo que sí puedo conceder es que hay mucha cosa de relleno, y elementos que se pudieron haber zanjado de otra forma, u omitirse, y no pasaba nada.

O contarse en otra película. Babylon hubiese funcionado bien como una miniserie con capítulos autoconclusivos, enfocados en cada una de las subtramas, conectadas de alguna forma. Porque son historias, cual más, cual menos, interesantes, pero metidas todas con fórceps en el mismo envase, complica su apreciación, al ponernos en diversos frentes y, tratando de abarcarlos todos, es imposible seguirlos con la misma atención.

Puede entenderse que este filme se presente así: ostentoso, grandilocuente, excesivo, como una respuesta al entorno que busca retratar: cómo fue que un peladero llegó a convertirse en la capital mundial del entretenimiento, en cuya época de oro llegó a ser ostentoso, grandilocuente, excesivo, tanto en las producciones que se rodaban ahí, como por el estilo de vida de sus protagonistas e intervinientes.

El problema es que esa grandilocuencia fue lo que puso la lápida a esa época de oro. Y si bien no podemos hablar de que le haya puesto la lápida a este filme, si impide que buscando la calificación de “extraordinario” apenas consiga algo más que un “bueno”.

***

BABYLON

Director: Damien Chazelle

Intérpretes: Brad Pitt; Margot Robbie; Diego Calva; Jean Smart; Tobey Maguire; Max Minghella; Katherine Waterston; Samara Weaving; Jovan Adepo; Eric Roberts; Lukas Haas

Drama histórico

2022

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(Si, también pudo haber sido lo gráfico que es Chazelle para mostrar cómo eran ya en esa época las fiestas dentro del star system, abundantes en drogas, promiscuidad y excesos varios…de repente alguien se pudo haber molestado un poco con eso)

mi muñeca me habló

En un momento laboral complicado, presionada por entregar lo antes posible el juguete interactivo que le ha encomendado la empresa juguetera para la que trabaja, Gemma (Allison Williams) debe hacerse cargo de su sobrina Cady (Violet McGraw), que ha quedado huérfana luego de un accidente de montaña.

Adicta al trabajo y con nulas habilidades parentales, Gemma aprovecha las observaciones de la niña para crear al juguete ideal, y a partir de ella, diseña a M3gan, un prototipo de muñeca a tamaño real con la que Cady pronto entabla una fuerte relación. Y aunque la idea de M3gan es bien recibida por los jugueteros, la muñeca pronto empieza a salirse de control…

Parecía una buena idea: juntar el género de los juguetes terroríficos (que nos ha dado clásicos como Chucky, Annabelle y, en cierto modo, Small Soldiers) con el de las inteligencias artificiales tomándose atribuciones que no les corresponden (2001, Terminator): hagamos un juguete perfecto, casi real, con inteligencia artificial, la compañía ideal para niños solitarios…¿qué podría salir mal?

Aparentemente con M3gan, nada: 12 millones de dólares de presupuesto, para recaudar más de diez veces esa cifra, así que por ese lado, para Blumhouse y para su productor James Wan, todo bien. Y es muy probable que no sea la última vez que la veamos.

Como franquicia de terror (o algo así), todo bien. El problema es que cinematográficamente queda muy corta.

Porque es un filme entretenido, útil para pasar el rato, que tampoco es mucho (una hora y media, si es que) y nos deja algunos momentos para saltar del asiento, pero no alcanzan los niveles de incomodidad o inquietud que nos deja un Chucky o una Annabelle, por citar algunos ejemplos. Y eso que la muñeca, estéticamente hablando, responde a los parámetros de algo que nos podría dar miedo si nos la encontramos por un pasillo. Mirando el diseño de M3gan uno esperaría una sensación más allá de la sacudida momentánea.

Se le pudo haber sacado un mejor partido. Pero poco se puede hacer cuando las ideas, más allá de repetir algunos lugares comunes, escasean, y tenemos protagonistas tan poco carismáticos; entre que ni Gemma ni Cady nos logran caer bien y su química es nula: si querían demostrarnos que la relación entre tía y sobrina es casi inexistente, lo lograron. Con estos personajes con quienes de verdad no tienes conexión alguna, difícil que te importe lo que una muñeca con agenda propia les haga.

Y esa sublectura crítica hacia los adultos que encuentran buena idea dejar al niño pegado todo el día al celular, computador, Tablet, consola o gadget de turno, también resulta impuesta y antinatural. Hasta desubicada, para qué andamos con cosas.

En un año en que tuvimos gratas sorpresas en el cine de miedo (Black Phone, Barbarian), M3gan es en cierto sentido una decepción. Había un potencial aquí , y si pensamos en lo icónicos que son este tipo de personajes (Merlina, sin ir más lejos,), el desperdicio se siente aún más. Espero que se sepa aprovechar en una eventual secuela. Secuela que si se da, y repite los mismos problemas, bueno, mejor dediquémonos a otra cosa.

**1/2

M3GAN

Director: Gerard Johnstone

Intérpretes: Allison Williams; Violet McGraw; Jen Van Epps; Brian Jordan Alvarez; Ronnie Chieng

Terror

2022

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por los viejos amigos del barrio

El mito urbano cuenta que Sergio Leone, arrepentido de haber rechazado dirigir El Padrino, tomó Erase Una Vez en América como una forma de reparar ese error. Si bien es cierto que Leone estuvo en la mira de Paramount Pictures para adaptar el best seller de Mario Puzo, de ahí a que haya hecho otra película para saber qué se siente dirigir una epopeya de gángsters, es un supuesto que me cuesta creer.

Porque la cinta de 1984, basada en la novela The Hoods, de Harry Grey, y con la que Leone pretendía cerrar su llamada “Trilogía Erase Una Vez..”, salvo por el tema principal (el crimen organizado visto desde dentro) y alguna que otra coincidencia más (Robert De Niro y que gran parte de su argumento sea del género coming-of-age), respecto de la historia de los Corleone las diferencias son muchas.

Partiendo por el trato que le dio su propio estudio. Donde la Paramount cuidó a la cinta de Coppola como a un hijo único, la Warner Brothers, en una primera instancia, temiendo que las 3 horas y 40 minutos que dura fueran perjudiciales para la recepción del filme, ofreció inicialmente una versión compactada. Y ante el fracaso que resultó ser, luego la dividió en dos capítulos, pero el daño ya estaba hecho. Tanto, que Leone dejó de filmar, amargado luego del nefasto trato recibido. Sólo las versiones posteriores para formatos caseros han permitido a Erase Una Vez… recuperar la dignidad perdida.

Nuestra historia comienza en 1968, cuando David “Noodles” Aaronson (Robert De Niro) regresa a Nueva York luego de 35 años de ausencia, tras recibir una carta que lo invitaba a volver. Apenas llega, tras enterarse del destino de sus amigos más cercanos, y descubrir vacía la bóveda que alguna vez compartieron, no puede evitar recordar su infancia en el gueto judío del Manhattan de los años 20, y cómo durante los años 30, junto a su amigo Max Bercowicz (James Woods) encabezaron una de las más importantes familias criminales de la época de la prohibición…

Como decía, tuvo que pasar mucho tiempo antes que Erase… fuese analizada como es debido, por culpa de las ediciones cercenadas que se lanzaron de ella, que el estudio hizo pensando que el material original sería mal entendido (al final fue lo contrario), e hizo que la película, por años, fuese considerada otra historia más de gángsters.

Pero era mucho más que eso, aunque hubo que esperar que Leone pudiese estrenar masivamente su versión de la historia para entenderlo. Y, la verdad, se trata de algo más complejo que un mero relato de bandas criminales, sino resumir medio siglo en la vida de un individuo, de su entorno y, si nos vamos un poco más lejos, de su país.

Es claro que Noodles, Max y otros, en esos lejanos años 20, encuentran en la delincuencia una manera de no morirse de hambre. En eso puede que podamos emparentar a Erase… con El Padrino, pero donde Vito Corleone se ve forzado a delinquir por un tema de sobrevivencia, hasta de legítima defensa (en el futuro, más de una vez se planteará dejar este submundo), los chicos de esta pandilla lo ven como una ocupación a largo plazo, una forma de hacer carrera (en cinco años más, Scorsese hará partir a su Henry Hill de Buenos Muchachos, de una base similar).

Estamos ante una historia de madurez y crecimiento, es cierto, pero nadie dijo que se crece para ser mejor. Si en algún momento Noodles da un paso al costado, en ningún caso es por arrepentimiento o consciencia, más bien quiere evitar ser parte de un error que le podría costar más caro de lo que ya debe. Pero es al mismo tiempo un relato sobre la amistad y el minuto en que ésta se vuelve tóxica, y también sobre las lealtades, a quien debérsela y lo que hace que ésta se rompa.

Algo hace que Noodles, el mismo que hace más de 30 años dejó a los que eran sus amigos, a volver a ellos. O a averiguar qué pasó con ellos…lo que cabe preguntarnos es ¿Qué lo mueve? ¿Curiosidad?¿Nostalgia?¿Algo de qué arrepentirse? Como fuera la respuesta, la explicación es la misma: necesita ajustar cuentas con su pasado. Y tendrá que volver a verse cara a cara con éste. Con lo malo, y enmendarlo. Pero también con lo bueno, y preguntarse por qué lo dejó escapar.

Todo eso filmado y montado con la maestría y sobriedad de Leone, algo que ya le conocíamos desde su etapa en e western (en la gloriosa trilogía del dólar, o en la que da inicio a esta otra trilogía, la impecable Erase Una Vez en el Oeste) y con una banda sonora a cargo de Ennio Morricone que sólo pone su valor hacia las nubes.

Como quiera que fuese, Leone no ha hecho su propio Padrino, sino que engendró una obra con personalidad propia, independiente y autónoma respecto de cualquier otra referencia, que se vale a sí misma para ser una obra fundamental, a la que hay que volver de cuando en cuando.

***3/4

ONCE UPON A TIME IN AMERICA

Director: Sergio Leone

Intérpretes: Robert De Niro; James Woods; Elizabeth McGovern; Tuesday Weld; Treat Williams; Burt Young; Joe Pesci; Danny Aiello

Mafia/Drama histórico

1984

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la idea es reírse, pero…

Estuvieron los grandes cómicos de antaño (Chaplin, Buster Keaton, Laurel y Hardy). Los cómicos de la época dorada de Hollywood como Jerry Lewis, luego a Mel Brooks y más tarde Peter Sellers. Hasta Cantinflas hizo lo suyo en algún momento.

Los 70 tuvieron a George Carlin, Richard Pryor y hasta a Woody Allen. Los 80 a John Belushi, Bill Murray, Eddie Murphy, a la primera generación salida de Saturday Night Live y a Zucker/Abrahams/Zucker. Y los 90 fueron el reinado compartido de Robin Williams y Jim Carrey.

La primera mitad de los 2000 fue para Adam Sandler, Chris Rock, Ben Stiller y Will Ferrell, mientras que la segunda mitad y parte de los 2010, estuvo Steve Carell, Rainn Wilson y la generación Appatow (Seth Rogen, Bill Hader, Paul Rudd, Jason Segel, Jay Baruchuel).

Hasta hubo una generación de mujeres dedicadas a la comedia como nunca antes: Tina Fey, Amy Poehler, Sarah Silverman, Maya Rudolph, Kristen Wigg, Mindy Kailing.

En la actualidad…¿Quién ostenta ese sitio? Quizás Andy Samberg o Jason Sudekis.

Pero cabe ir más profundo aún y preguntarse…¿en qué está la comedia cinematográfica actual?

Las cosas como son: está en standby.

No es que no se estrenen comedias. Se siguen haciendo, pero entre que ya no ostentan el lugar de privilegio que tuvieron hace un par de décadas, en que una comedia exitosa podía arreglarle el año a un estudio. Y dentro de lo que se sigue haciendo…tampoco es que sea material de primera selección.

Esto puede deberse a varios factores.

El primero, es que los grandes estudios están apostando por otros géneros. Sabemos que estamos en la era de las grandes franquicias (superhéroes principalmente), es ahí de donde sacan el verdadero dinero.

Otro factor a considerar es que los actores que por años estuvieron dedicados al humor ahora están en otra. O se han dedicado al drama (Adam Sandler y los hermanos Safdie, Ben Stiller con Noah Baumbach, varias de las cosas que han hecho Steve Carell o Ricky Gervais últimamente), o han incursionado en otros géneros (Bill Hader en It Capítulo 2, Paul Rudd en Marvel), o se han abocado a la televisión o al streaming (otra vez Carell en Space Force y The Morning Show, el mismo Hader en Barry, Sudekis en Ted Lasso, Andy Samberg, Eric Andre, docenas de especiales de stand up en Netflix..).

Pero quizás el elemento fundamental en esta crisis de la comedia cinematográfica estadounidense está en lo repetitiva que se ha vuelto.

Porque si la televisión y las plataformas se han segmentado y han abierto espacio para todo tipo de géneros y temáticas dentro de la comedia (mientras en una plataforma está The Office, en esta otra está What We Do In The Shadows, y más allá It’s Always Sunny on Philadelphia, y en la de más acá Brooklyn 99, pero en el cable reponen Arrested Development, en fin) en el cine parece que se concentran en un solo tipo de humor. Ese humor descerebrado, abundante en accidentes, secreciones, humor de baño, bromas sobre genitalidad, situaciones que atentan contra la dignidad humana e imitaciones random supuestamente graciosas.

Es decir, lo mismo que venimos viendo desde las “x” Movie de los hermanos Wayans, la última etapa de Adam Sandler antes de pasarse al drama y Seth McFarlane pasando su humor abusivamente incorrecto al live-action.

Este es un cine que se hace porque hay público para él. Es cierto, una comedia de este tipo puede que no logre un quinto de la taquilla de una película de Marvel, por ejemplo. Pero es un público que tendrá siempre, pase lo que pase.

Si, es para cuestionarse que puede pasar por la cabeza de un tipo que encuentra gracioso ver a un fulano en un insalubre baño público perdiendo su celular en el retrete por estar viendo Onlyfans justo cuando lo llama su novia, mientras de la nada suena el hit del momento que tiene como ringtone y, tratando de recuperarlo hace explotar el receptáculo manchándose justo antes de una reunión con el presidente de la corporación para la que trabaja: un asiático estereotipo, delante del cual recién se da cuenta de que se le rompió la parte de atrás del pantalón (todo eso sazonado con bromas racistas, misóginas y prejuicios varios, y alusiones a los famosillos de turno).

Y no olvidemos la flanderización: esa mala práctica de tener personajes o conceptos graciosos, exagerar y abusar tanto de ellos que terminan volviéndose aburridos, en el mejor caso, o irritantes y detestables (Amy Schumer, a ti te hablo). No olvidemos tampoco el abuso de temáticas (¿cuántas veces puede casarse Jennifer López?)

Tampoco es que uno se oponga al humor políticamente incorrecto, el problema es cuando ese humor incorrecto es gratuito. Por eso, con todo lo criticable que es a ojos de hoy, uno se sigue riendo de los chistes de blackface en Tom y Jerry (porque ese chiste obedecía a un contexto histórico y encajaba con el resto del relato), pero encuentra ofensivo el mismo tipo de bromas en Family Guy, que aparecen a pito de nada, sólo porque alguien quiso hacerla. Además, hay temas que no se tocan, punto (chistes sobre violaciones o pedofilia).

El problema es que por satisfacer a ese público cautivo, pierde al resto de espectadores. Pero también ha perdido a sus cerebros que prefieren aprovechar las libertades y garantías que ofrece la pantalla chica.

Bien por la televisión, pero mal por el cine que, con esto, ha perdido sus referentes y ha dejado de ser un referente en este género.

No digo que no haya comedia en el cine de hoy. Hay, pero por lo general es un elemento más dentro de otra cosa (las películas Marvel tienen mucha comedia, para bien y para mal). Hay, y se sale de la monotemática que mencioné antes, pero es la menos (No Mires Arriba, El Peso del Talento, La Burbuja) y su impacto es menor o temporal.

Nadie espera que salga una nueva El Mundo Está Loco, Loco,Loco, Loco…o un nuevo Donde Está El Piloto, otra Loco por Mary o Supercool. Eso es imposible, por algo los clásicos son clásicos.

Pero es una pena que esta generación no tenga los suyos.

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una cuestión de dirección

La pianista, compositora e investigadora musical Lydia Tar (Cate Blanchett), primera mujer directora de la orquesta filarmónica de Berlín, retoma sus actividades luego de la pandemia, anunciando la grabación en vivo de la quinta sinfonía de Mahler, una obsesión personal, y el lanzamiento de un libro semiautobiográfico, proyectos que representan la cúspide de su brillante carrera.

Sin embargo, una serie de situaciones ajenas a su control alteran el curso de estos acontecimientos, llevando a la directora y a su dominio de sí misma más allá de sus límites…

Siete de diez llevamos ya.

Bien, partamos diciendo algo: TAR no es una película fácil. Lo que no debería sorprendernos, ya que aunque su carrera no es muy extensa (es apenas su tercer film luego de In The Bedroom -2001- y Little Children -2006-) la filmografía de Todd Field se caracteriza por historias que, por llamarlas de alguna forma, incómodas. Difíciles de procesar, de calibrar y de disfrutar.

Cosa que, en tiempos donde mucho de lo que vemos obedece a fórmulas, se agradece de una manera…es cosa de ver la cantidad de premios que ha recibido o que ha sido nominada, partiendo por su tremendo debut en el pasado festival de Venecia.

Es que el tema del artista, del creador, obsesionado con crear una obra maestra, ese trabajo que roce la perfección y que lo inscriba con letras grandes en la historia, no es nuevo para la narrativa, mucho menos para el cine. El problema es que la mayoría de este tipo de historias, aparte de lo repetitivas que son, son auténticas curas del insomnio, latas bien vestidas, como leí alguna vez.

En esto, lo que hace Field con su protagonista marca una diferencia notable. Porque si hay algo que destacar de su filme, es su intensidad, incluso en los momentos en que pareciera no serlo.

Lo que Lydia Tar se ha propuesto como gran meta (grabar su obra maestra, principalmente) si bien es su obsesión, no es la única, y todo lo que durante estos días le toca enfrentar (el nombramiento de un director suplente, cubrir una imprevista vacante en su orquesta –vacante en la que tiene más o menos responsabilidad-, lidiar con su propio temperamento) es consecuencia de pasiones (¿u obsesiones?) que han llegado a estar fuera de su control. Lo que es paradojal considerando que su profesión es, precisamente, dirigir y dar sentido a lo que están haciendo otros.

Aquí es donde Field demuestra su oficio: para tratarse de una historia sobre la pérdida del control, el director sabe las teclas que tiene que apretar, los cambios que debe aplicar, para que la historia se cuente y se perciba debidamente, y entender cómo puedes estar en la cresta de la ola, en un punto de tu vida en que no te entran balas…y aun así caerte fuerte al menor desequilibrio.

Field cuenta con el invaluable apoyo de Cate Blanchett, que explica la justicia de todas las nominacines y premios que ha cosechado con esta actuación (partiendo por la Copa Volpi, en Venecia). Cómo va a ser de otro modo si se echa al hombro la película y carga con gran parte del peso dramático y argumental de la misma, llenando la pantalla con su sola presencia, y encarnando de manera sublime el espiral al descontrol que sufre su protagonista.

Ojo, que cargue con el peso de la historia no quiere decir que Tar dependa de su actriz principal. Este no es el caso que hemos tenido docenas de veces en que un filme sea tan dependiente de su protagonista que lo sacaste de ahí y la película se va a las pailas. Es posible que Tar, con otra protagonista, también haya sido una gran película. Pero es Blanchett la actriz que, por un lado, no había nadie más que encajara perfecto con el personaje, y por otro, convierte a Tar de un muy buen filme, en uno imprescindible.

***3/4

TAR

Director: Todd Field

Intérpretes: Cate Blanchett; Noemie Merlant; Nina Hoss; Sophie Kauer; Mark Strong

Drama

2022

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