The Matrix: a 20 años

Se cumplen esta semana 20 años desde un hito no menor: hace dos décadas, se estrenaba The Matrix en EEUU…y nada volvió a ser lo mismo después de su estreno.

Una de las películas de ese año fundamental que fue 1999 para el cine: un año en que aún no existían las descargas, las películas se demoraban meses en llegar a videoclubes y al cable, el pirateo aún no llegaba a los niveles escandalosos que alcanzaría después y aún no caíamos en la dictadura del blockbuster..todo lo cual permitía que la gran mayoría de películas tuviera su pasada, por breve, en salas. Incluso en aquellos años, que el total de cines en Chile no era la mitad de la cantidad que hay actualmente.

The Matrix se estrenó en el país casi dos meses después pero, y en una época en que internet aún no pensaba ser lo que es ahora, la expectativa generada era gigantesca: la película dirigida por los entonces Hermanos –ahora Hermanas- Wachowski se había convertido en un inesperado éxito de taquilla, dándole la razón al productor Joel Silver, quien apostó por el guión de sus realizadores, y contaba con la aprobación casi unánime de la crítica.

Repasando someramente su argumento (no es la primera vez que hablamos aquí de esta película), nos enfocamos en Thomas Anderson (Keanu Reeves), programador computacional de día, hacker de noche, conocido en las redes como Neo, quien vive intuyendo que nada es lo que parece.

Thomas no tarda en ser reclutado por Morpheus (Lawrence Fishbourne), otro hacker, quien dice tener las respuestas que necesita: efectivamente, la realidad no es la que creemos, sino que una ficción producida por una inteligencia artificial, la Matriz. Tras años de guerra, las máquinas al mando de esta I.A. han subyugado a la población humana, reduciéndola a vivir en capullos, en la que los hombres viven dormidos, en este falso escenario en que los mantiene, ignorantes de la situación.

Morpheus informa al ahora conocido sólo como Neo que, por un lado, una pequeña, pero creciente resistencia, se ha ido formando para enfrentar a las máquinas, y que, por el otro, de acuerdo a una profecía, Neo es el Elegido, el líder que esta resistencia necesita para atestar el golpe definitivo contra la máquina.

Los triunfos cinematográficos y narrativos de The Matrix son innegables. Recogiendo influencias como el mítico filme animado japonés Ghost In The Shell y la lllamada literatura cyberpunk, iniciada por William Gibson, una dosis del cine de acción oriental que ganó popularidad en occidente a mediados de década, principalmente gracias a John Woo, más un toque del universo Blade Runner y el haber repasado novelas gráficas como Los Invisibles, de Grant Morrison (quien en algún minuto denunció que The Matrix era un plagio evidente de su obra), y sacando el máximo provecho a la tecnología de efectos especiales disponible en aquel entonces, e introduciendo enormes innovaciones que serían aprovechadas por otros realizadores después, la cinta de l@s Wachowski fue un golpe durísimo, del cual no fue fácil recuperarse.

Y aunque la tecnología cinematográfica ha crecido exponencialmente los últimos veinte años, The Matrix, una cinta filmada al viejo estilo, con efectos fundamentalmente físicos, no se ve una coma de anacrónica. Por el contrario, hasta le ha hecho ver mejor que en su época de estreno, tanto, que nos hizo ver que, a su lado, Star Wars Episodio I, la película más esperada ese año, era un mero cuento para niños (el problema es que en la práctica, así fue).

Y que se ve cada vez mejor en cada formato en que es relanzada (aunque aún no caigo en la pasta del 4K, pero ya vendrá…)

No vamos a ahondar en la tremenda influencia de la película en la cultura popular y en el inconsciente colectivo, bastando para ello pensar en todas las veces que sus escenas más icónicas han sido replicadas en otros medios, y cuántos de sus conceptos pasaron a formar parte del lenguaje coloquial, sólo porque es algo que se ha comentado hasta el cansancio. Tampoco acerca del grandioso soundtrack de la película, que llegó a ser considerado tan o más fundamental incluso, que el filme al que acompaña.

Aunque no voy a dejar de mencionar la cantidad de lecturas mucho más profundas que se pueden hacer de The Matrix desde el punto de vista filosófico-sociológico, más allá de lo meramente fílmico.

Pensemos en la idea de The Matrix: una comunidad adormecida, inconsciente de su calidad de materia prima, de pila, para mantener un aparato más allá de su alcance. Mientras, vive en una ilusión, una realidad simulada en la que, por costumbre, comodidad o necesidad, la humanidad ha adaptado su existencia a tal escenario.

Al mismo tiempo, los que han descubierto lo que esa realidad es en realidad, y luchan por liberarse de ella, han debido enfrentar una existencia en condiciones muy precarias, subsistiendo a duras penas hasta el otro día hasta que la precariedad de su existencia, o las persecuciones, finalmente les hagan sucumbir.

¿Les suena parecido a algo? Lo dejo a su criterio.

Así también se puede analizar The Matrix desde un punto de vista teológico. Aquí también tenemos unas cuantas lecturas en este orden: un pueblo sometido, un hombre llamado a ser su líder, su salvador, dispuesto a hacer el sacrificio necesario para asegurar la salvación de su pueblo…¿también les suena conocido?

Quizás por eso mismo, esta historia ha sabido sobrevivir al paso del tiempo (y a sus dos desafortunadas secuelas de 2003), manteniéndose totalmente vigente en cuanto a su contenido, e intacta en cuanto a su calidad fílmica.  Una, de las tantas que nos dejó ese gran año 1999

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THE MATRIX

Director: Lily & Lana Wachowski

Intérpretes: Keanu Reeves; Lawrence Fishbourne; Carrie Ann Moss; Joe Pantoliano; Hugo Weaving; Gloria Foster.

Ciencia ficción

1999

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vale por intentarlo

Corre el año 10191, y el universo se encuentra gobernado por el emperador  Shaddam IV (José Ferrer).

La vida a lo largo del universo depende principalmente de una especia conocida como Melange, de grandes propiedades, extraída principalmente desde el planeta Arrakis, un desértico sistema conocido también como “Duna”, habitado por la comunidad de Fremen, quienes viven de la extracción de la especie, y que viven a la espera de cumplirse una profecía, en virtud de la cual un guerrero legendario los liberará de la opresión a que están sujetos.

Si bien el sistema galáctico se encuentra sujeto al régimen imperial, en los hechos el poder es disputado por dos casas: los Atreides, señores del planeta Caladan, y los Harkonnen, del planeta Gidi Prime. Estos últimos, con el beneplácito secreto del Emperador, han montado una conspiración secreta para eliminar a los Atreides, partiendo por el hijo y heredero del duque, Paul (Kyle McLahan), cuya eliminación es fundamental para controlar el universo…

Lo confieso. Soy consciente de la importancia de Duna, la saga de ciencia-ficción escrita por Frank Herbert desde 1965, aunque nunca la he leído (preparen los rifles). Tampoco había visto la adaptación de 1984, a cargo de David Lynch (apunten). Entre que, pese a que lo respeto, nunca he sido fan de Lynch (¡fuego!), y que incluso dentro del mismo fandom lynchiano, Duna es una película que genera anticuerpos, su versión de esta saga nunca me había movido un pelo.

Pero, desde que se supo que, para 2020, vendría una nueva adaptación, a cargo de Dennis Villeneuve (sólo por eso, verla se volvió imperativo), en dos partes, para la cual está reuniendo a un elenco multiestelar integrado por Oscar Isaacs, Jason Momoa, Timothee Chalamet, Rebecca Ferguson, Zendaya, Dave Bautista y Javier Bardem, ya no había excusa.

Tengo que estar preparado para el momento, y la manera más viable de lograrlo, era viendo la versión de Lynch, tratando de entender qué llevó a este director a hacerse cargo de esta adaptación (y no, no voy a ahondar en ese mito urbano que dice que Lynch asumió Duna, picado porque le habrían ofrecido El Regreso del Jedi, y finalmente lo descartaron), pues conociendo su filmografía, un filme como éste sería lo último que podría esperar del creador de Terciopelo Azul, Corazón Salvaje o Twin Peaks.

Asumo que lo hizo por el desafío de adaptar una obra inadaptable (junto a El Quijote, Watchmen o El Señor de los Anillos, otras creaciones que, bien o mal, han sido adaptadas a la pantalla). No olvidemos que Alejandro Jodorowsky ya había intentado llevar al cine la novela a mediados de los ’70, que se desechó por irrealizable (el presupuesto se le estaba yendo a las nubes, y la película iba a terminar durando seis horas). Que finalmente el proyecto se haya concretado, no deja de ser un mérito.

Ahora bien ¿es tan mala?¿Tienen razón los fans de Lynch para negar su existencia?

Mala, mala, no la encontré. El problema es que tengo demasiadas cosas por las cuales tampoco puedo encontrarla buena.

Si la de Jodorowsky iba a durar una eternidad, Lynch opta por dejar cosas afuera de su corte final. Cierto, permite que la historia no dure medio día (dos horas y cuarto, aproximadamente) y fluya más rápido…lo cual no deja de ser irónico, ya que los principales problemas de la versión de Lynch son de ritmo, poniéndose demasiado lenta por momentos…por (demasiado) largos momentos.

Otros problemas vienen no de muy lejos: Duna presenta muchas lagunas argumentales que, para quien nunca leyó el libro, necesita tiempo para procesarlas mejor. Sí, es clara para tratar el conflicto central (la carrera por el poder entre los Atreides y los Harkonnen) pero deja muchas cosas en el aire (aparte de su poder alucinógeno y como, por llamarlo de alguna forma, combustible, de la Melange, es poco lo que se profundiza en ella) y otras cuantas resultan forzadas (los Fremen).

Todo sazonado con actuaciones en su mayoría planas y superficiales, y con evidentes problemas de presupuesto. Cuesta creer que después de que Spielberg y Lucas (y en cierto modo Cameron, Scott, Dante, Zemeckis) demostraron cómo hacer rendir presupuestos, por acotados que fueran, y hacer rentable una cinta de este tipo, el estudio hubiese sido tan tacaño con Lynch.

Así, Duna se ha convertido en un filme de culto, que tiene, dentro de todo, su fanaticada, asumiendo las fallas evidentes de la película, y asumiendo que Lynch pudo haber hecho algo mucho mejor con el mismo material. Siendo Villeneuve un conocedor más próximo que Lynch de este género (y ciertamente, con un apoyo de la industria, más potente que el que tuvo Lynch), se puede tener fe en que logrará un resultado mucho mejor

Aunque, a título personal, creo que debí partir por los libros (por cierto, ¿por cuál de ellos?¿en qué orden?), total de aquí a 2020 igual queda tiempo.

(¡¡Además, por todos los dioses, que gran banda sonora se mandó Toto!!)

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DUNE

Director: David Lynch

Intérpretes: Kyle McLahan; Sean Young; José Ferrer; Francesca Annis; Virgina Madsen; Silvana Magnano; Kenneth McMillan; Sting; Max Von Sydow; Jurgen Prochnow; Patrick Stewart; Alicia Witt

1984

Ciencia Ficción

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wow, estamos cerquita de las 1500 publicaciones…

arqueología informática

Los nacidos después de 2000 han vivido con la computación. No tuvieron que adaptarse o acostumbrarse a ella como los que estábamos de antes. Es parte de sus vidas, en algunos casos hasta la dependencia, y prácticamente no conciben una existencia sin el Smartphone, la tablet o la consola.

Pueden acceder a toda la información del planeta desde la palma de su mano, en segundos, y montones de información y datos pueden ser guardados en un dispositivo del porte de una moneda.

Por eso, cuando motivado por Ready Player One (la novela tiene muchoas referencias a esta película) me puse a repasar (no sé si sea el término, no tengo recuerdos claros de haberla visto antes o no) Juegos de Guerra, de inmediato me puse a pensar en el colapso que sufrirían los que hoy tienen menos de 20 al ver cómo era la computación a principios de los ’80.

Si ya les cuesta creer que a fines de los ’90 y primeros años del 2000, había que encomendarse a todos los santos para que se bajara un miserable mp3, que los software venían en cerros de diskettes que había que cargar con paciencia oriental, y que había que cruzar los dedos para que nadie llamara por teléfono cuando intentabas mandar un e-mail, si vieran como era la cosa dos décadas antes, estos jóvenes que no pueden pasar desconectados un segundo, necesitarían un transplante.

Ni hablar de cómo reaccionarían cuando vean qué se entendía por videojuego entonces.

Dirigida por John Badham (que antes ya había rubricado otro gran retrato de su época como fue Fiebre de Sábado Por La Noche), nuestra historia transcurre en los primeros años de los ’80, quizás una de las etapas más complicadas de la Guerra Fría, cuando un conflicto nuclear entre EEUU y la ex URSS parecía inminente.

David Lightman (un púber Matthew Broderick) es un adolescente de Seattle, realmente listo, pero sin mucha motivación para ir a clases, y sí para jugar juegos electrónicos e inflitrarse en sistemas informáticos ajenos, como el de su escuela, para subir sus notas.

Buscando penetrar en el sistema de una empresa desarrolladora de videojuegos, David da con una serie de nombres en clave, y creyéndolos juegos en desarrollo, abre estos programas, sin darse cuenta que está introduciéndose en el sistema de defensa de la Fuera Aérea, activando la alerta nacional cuando las autoridades creen que un ataque soviético viene en camino.

La crisis es rápidamente resuelta, pero para David los problemas acaban de empezar cuando es detenido por el FBI. Y aunque insista que sólo se trataba sólo de un juego, su talento para infiltrarse en los sistemas, hace que todos los estamentos involucrados cuestionen seriamente sus explicaciones. Menos cuando la brecha de seguridad que causó empieza a ponerse más grave.

Es cierto que la tecnología retratada en la película, los sistemas informáticos y de computación hoy nos pueden resultar piezas de museo, pero hay que concederle a Juegos de Guerra ser una película muy adelantada a su tiempo, por mucho que se trate de un filme esencialmente de matiné, de una comedia adolescente de aquellas que proliferaron en esos días. Casi veinte años después, conceptos como supercarreteras de información, hackers, sistemas en línea nos serían familiares, pero en el momento de esta película, todavía parecían elementos de historias futuristas.

Bueno, Badham es un director lo bastante atinado para que, sin mencionarlos expresamente, todos estos conceptos resulten verosímiles y funcionales a la aventura de David, entender la gravedad de su travesura (que podría redundar en la tercera guerra mundial) y por qué nos debería importar cómo va a salir de ésta.

No se trata sólo de salvar su propio pellejo, sino de evitar una situación catastrófica para todo el planeta.

Siendo una película mucho más lista que varias de su generación, puede que Juegos de Guerra no tenga el status de culto como otras de su época (nos acordamos fácil de Terminator, de Volver al Futuro, pero para acordarse de ésta hay que escarbar un poco más) pero nada le quita su valor dentro del entretenimiento, ni negar lo visionaria que terminó siendo.

Piensen si hubiera habido una Hackers, una The Matrix, si antes no hubiésemos tenido Juegos de Guerra.

***1/4

WARGAMES

Director: John Badham

Intérpretes: Matthew Broderick; Ally Sheedy; John Wood; Dabney Coleman

Aventuras; Suspenso

1983

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(No, no había pensado reseñar esta película, pero algunas buenas reacciones en Twitter me convencieron de hacerlo)

el viejo del camino

En el año 2005, Earl Stone (Clint Eastwood) ha llegado a ser reconocido como un gran y exitoso floricultor, éxito que ha logrado a costa de una familia a la que ha dejado en segundo plano desde siempre.

En el año 2017, su negocio está totalmente quebrado, ante su incapacidad de adaptar su negocio a los nuevos modelos. Sin capacidad para generar ingresos, aunque sin mucho que perder, acepta un trabajo aparentemente fácil: llevar un paquete de una ciudad a otra, sin hacer preguntas, sin revisar su contenido, a cambio de una interesante suma.

No tarda en descubrir que el trabajo consiste en trasladar cocaína entre proveedores al servicio de un cártel mexicano. Sin embargo, consciente de la ilicitud de la operación, ignorando que la DEA le está siguiendo los pasos, y más allá de los ingresos que percibe de ello, encuentra en esta actividad el estímulo que hace tiempo había perdido en su vida.

¿Cuánto hace que no me pegaba tanto una película de Clint Eastwood?¿Cuánto hace que no disfrutaba tanto una película de Clint Eastwood? Porque desde Gran Torino (2008..y sin contar Las Curvas de la Vida, en 2012, en la que actúa, pero no dirige, aunque pareciera hecha a su medida…) que no lo pasaba tan bien viendo una película suya, como me pasó al ver La Mula.

Y es que después de su irregular filmografía de los últimos años, Eastwood encuentra en este relato, armado a partir del reportaje del periodista Sam Dolnick, ese tipo de historia en que se encuentra más cómodo interpretando y contando. Ese relato crepuscular, acerca de ese personaje entrando en la recta final de su vida, momento en el que debe enfrentar los fantasmas, las sombras de lo que ha hecho en el pasado y, aún más doloroso, de lo que no ha hecho.

Earl Stone se encuentra en esa etapa final de la vida, en que ya no puede seguir eludiendo las culpas y consecuencias de su pasado. Tanto en lo profesional (su desconfianza hacia los nuevos modelos de hacer negocio terminó por sacarlo del mismo) como en lo personal (su ex mujer, su hija, su nieta, que ya no le hablan después de años de darles la espalda, por dedicarse exclusivamente a su trabajo). Y se enfrenta, para peor, a la situación de que la redención por todo eso es cada vez más difícil.

Esa ha sido la temática en sus películas más celebradas: Unforgiven, Un Mundo Perfecto, Million Dollar Baby, la citada Gran Torino. En La Mula, reincide en este tipo de relato.

Aunque en este último trabajo, Eastwood se atreve a variar el tono. Sin alterar el espíritu de la historia que ya hemos repasado, se atreve a irse por una vía más lúdica y relajada, al mostrarnos a un Stone aprovechando tanto la bonanza financiera, como las emociones que su actividad le proporciona. Con sus nuevas ganancias, Earl paga sus deudas, ayuda a familiares y conocidos, y hasta se da algunos gustos, algo muy humano, algo que cualquiera haría. Como pocas veces en su carrera, hay un matiz cómico en una película rubricada por él, que se agradece.

Pero esto es sólo un intervalo, sólo para postergar lo inevitable: que el tiempo se le va, que cada vez tiene menos oportunidades para hacer las paces con su vida, con su entorno, y que más temprano que tarde tendrá que enfrentar, no sólo eso, sino también a la ley, sea a quienes están del lado de ésta (aunque su papel es circunstancial, hay que destacar al cada vez más cotizado Bradley Cooper, y a un sorprendente Michael Peña en un rol mucho más serio de lo que suele mostrar), o desde la vereda contraria.

Echándose gran parte de la historia sobre sus hombros, estamos ante una narración que a Eastwood le viene como anillo al dedo. Sin cuestionar su solidez como realizador, que nunca he puesto en duda, y haciendo gran uso de la fotografía, sacando provecho de la gran belleza del entorno rural estadounidense, el reencontrarse con el tipo de relatos en que se desenvuelve mejor, alza a La Mula como uno de sus mejores trabajos de los últimos años.

***1/2

THE MULE

Director: Clint Eastwood

Intérpretes: Clint Eastwood; Bradley Cooper; Michael Peña; Lawrence Fishbourne; Allison Eastwood; Taissa Farmiga; Dianne Weist; Andy García

Drama

2018

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Watchmen, diez años después

Cierto que estamos en un año en que hay que celebrar. Los treinta años del Batman de Tim Burton, entre otros tesoros estrenados en 1989. Los veinte de 1999, el último gran año del cine mainstream como, a la vez, generador de obras de arte. Pero se nos está pasando colado el 2009, un año que si bien no tuvo la grandeza de sus precedesores en la terminación, igual nos dejó algunas cosas dignas de destacar.

Up, el debut de la Star Trek de J.J. Abrams, Sector 9, grandes películas acerca de las relaciones humanas como I Love You, Man o 500 Days of Summer, en fin. Incluso Avatar, por mucho que haya envejecido mal. Y una de ellas, el primer gran estreno de ese año fue la postergadísima adaptación de Watchmen, de la mano de Zack Snyder, evento que, en comparación a lo que se esperaba respecto de ella, su legado ha pasado más bien olvidado. Por eso, hagamos un poco de justicia en esta ocasión.

Grosso modo, ya que la historia es conocida, nos encontramos en un ucrónico EEUU de 1985. Tras haber ganado Vietnam, Nixon lleva cuatro períodos como Presidente, y la Guerra Fría con la U.R.S.S. ha alcanzado su punto más crítico. El conflicto nuclear es inminente.

Esa misma noche, Edward Blake (Jeffrey Dean Morgan), agente especial retirado, es asaltado en su departamento en Nueva York, y lanzado desde una ventana, falleciendo al instante.

El crimen llama la atención del vigilante conocido como Roscharch (Jackie Earle Haley), uno de los pocos vigilantes enmascarados que sigue en actividad tras su supresión en 1978, aunque fuera de la ley. E investigando por su cuenta, encuentra entre las pertenencias de Blake, descubre un antiguo uniforme, que reconoce de inmediato: Blake fue The Comedian, con quien alguna vez compartió como miembro del grupo de vigilantes conocido como MinuteMen.

Sospechando que este no es un crimen al azar, Roscharch investiga el paradero de sus antiguos compañeros: Nite Owl (Patrick Wilson), Silk Spectre (Malin Ackerman), Ozymandias (Mathew Goode), y Doctor Manhattan (Billy Crudup), el único de su grupo autorizado por el gobierno para seguir operando. Roscharch intuye que algo grande se está tramando contra ellos, y no escatimará esfuerzos para resolverlo…

Es indudable que Snyder es bueno para agitar aguas, ya en esa época, recién en su tercer filme (tras Dawn Of The Dead -2004- y 300 -2006-), así que muchos dudaban de su capacidad para hacerse cargo de una obra fundacional dentro del cómic de superhéroes con tan poco currículum. Y aunque la reacción en torno a su versión de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons fue en general positiva, de todos modos hubo quienes hicieron reparos bastante duros para con el trabajo de Snyder.

Bueno, eso iba a ser así de todas maneras. Es, como dije, una obra difícil de adaptar, y cuando el propio autor de la obra te quita el piso (aunque no es para tanto tampoco, Moore por lo general ningunea de lo lindo las adaptaciones de su obra, por bien que queden) te pone la pista más pesada. En todo caso, no fue nada comparado con el odio y la ira que recibió tras Batman Vs Superman (en 2009, las RRSS estaban muy lejos de ser lo que son ahora, y los haters estaban ahí de donde nunca debieron haber salido).

Hay que darle su crédito a Snyder. Desde que Watchmen se publicó en 1985 que muchos realizadores, algunos power como Terry Gilliam o George Miller, quisieron llevarla al cine y no lo lograron. Consideremos también que Watchmen se realizó y estrenó en tiempos en que el tema superhéroes estaba muy lejos de lo que es ahora: apenas teníamos al Dark Knight de Nolan –cuya fortaleza estaba precisamente en salirse del marco del superhéroe- y el universo cinematográfico Marvel aún era un proyecto juntando polvo en la mesa del directorio, así que los estudios no le tenían mucha confianza al género.

En esas condiciones, sacar adelante esta película, estrenarla, conseguir que hiciera ruido (en la época pre viralización) y tener una recepción por lo general positiva, no es menor.

Diez años después, las cosas han cambiado mucho. Hoy los superhéroes nos salen hasta en la sopa (si no fuera por la ley de etiquetado, sería literalmente), y Watchmen ha tenido un revival en el papel (con sagas como Before Watchmen, Doomsday Clock y su paulatina incorporación al cánon DC) como una inminente nueva adaptación, en formato miniserie, a cargo de HBO.

Todo esto ha hecho que la primera adaptación de esta obra fundamental ahora sea un recuerdo más o menos lejano. Sin embargo, cuando se le repasa, se sigue disfrutando. Se siente que no ha pasado un día desde que fue estrenada, su versión extendida le hace justicia y la hace sentir aún más grande (a diferencia de Sin City -2005-, otra adaptación de un cómic importante, que en su momento encontré genial y ahora frustra volver a verla), y uno la sigue considerando una versión, quizás no perfecta, pero si bastante digna, en relación a su obra matriz.

***1/2

WATCHMEN

Director: Zack Snyder

Intérpretes: Jackie Earle Haley; Jeffrey Dean Morgan; Billy Crudup; Malin Ackerman; Patrick Wilson; Matthew Goode; Carla Gugino

Superhéroes

2009

(Igual no deja de ser interesante, cómo algunos actores de esta película han terminado en las adaptaciones recientes de personajes DC: Morgan en fue Thomas Wayne en Batman Vs Superman; Crudup fue Henry Allen en Liga de la Justicia, y Wilson, Orm en Aquaman..quien sigue?)

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cosas de nichos

Tiempo atrás, buscaba saber desde dónde salí tan cinéfilo, si en mi árbol genealógico nunca hubo nadie tan fanático de ver películas, de ir al cine o de investigar o conversar de estos temas. Sé, en todo caso, distinguir dos hechos fundamentales que fueron definiendo esta vocación.

El primero,  no me perdía los comentarios de cine de doña María Romero en 60 (mentiras por) Minuto, el noticiero de TVN a principios de los ’80. La fundadora de la memorable revista Ecran, tenía unos minutos a la semana para comentar la cartelera, y su devoción por el cine era tan patente (hasta a la película más mala le encontraba algo rescatable, reconociendo que alguien se había esforzado por hacerla) que creo que me convenció de la grandeza del Séptimo Arte.

Así se llamaba precisamente el segundo de estos hechos a que hago alusión. Surgido como otro segmento que emitía películas en televisión (al estilo de Tardes de Cine, Cine En Su Casa, etc), Séptimo Arte pasó de ser un mero programa de este mismo estilo presentado con una breve introducción de Yolanda Montecinos, a un programa de información, reportajes, música de películas, conducido por la periodista Luz María Vargas.

Llegué a él por allá por 1983, cuando habían anunciado un reportaje y un puñado de noticias de E.T. y Star Wars…y me quedé. Iba primero los martes en la tarde, luego los viernes, siempre en lo que hoy es CHV, y no me lo perdía. Menos cuando mandé un dibujo de Star Wars, de aquellos que sólo pueden hacerse a los ocho años..y salió al aire!! Nunca fui más envidiado en mi curso que en ese momento.

Pasarían los años y Séptimo Arte volvió a ser un mero relleno antes de la película de la semana, hasta que desapareció no más (la imagen, de hecho, corresponde a una captura que hice con mi celular, de un video en Youtube que, entre medio, metió el opening del programa).

Sin embargo, su lugar fue ocupado años después por el comentario de cine de Alberto Fuguet en Ene-TV, un programa cuyo nombre no recuerdo ahora, conducido por el crítico Mariano Silva, y el fundamental Cine Video (luego Cine Video + Teatro), encabezado por Augusto Góngora, todos grandes segmentos emitidos por la TVN de los primeros años después de la dictadura. La semilla ya estaba implantada en mi disco duro mental, y estos aportes ayudaron a que germinara. Y con la llegada del cable, ya no hubo vuelta atrás.

Estos segmentos ya no tienen cabida en la televisión abierta actual. Primero, porque a esta televisión no le interesa (como nada que tenga que ver con cultura). Segundo, porque de este tipo de programación ya hay abundante en el cable (los llamados canales culturales como 13C, ARTV, en fin), e internet, podcasts, streamings, blogs –como éste- ya tienen cubierta la demanda, dirigiéndose al público que de verdad tiene interés en ellos.

Pensaba en esto tiempo atrás cuando, me di cuenta que un programa que solía ver, Fox Players, segmento dedicado a la cultura gamer, otaku, lucha libre, en fin, no estaba a la hora que iba normalmente (días de semana, 21 horas, en directo). Lo estaba dando por muerto cuando me informan que ahora iba los sábados a las 11 AM, grabado. Así, por pura curiosidad (la verdad el programa me había aburrido tiempo antes) y no lo encontré. Investigo, y caigo en cuenta que el programa había pasado de las 11 a las 10, una hora antes. Horario de pacotilla pensando en el público objetivo.

Así, Fox Players no había muerto, pero si está en condiciones de recibir la extremaunción.

Llámenme pesimista si quieren (optimista bien informado y les queda donde mismo) pero este tipo de programas de cultura freak o “ñoña”, por muy buenas intenciones que tengan sus realizadores, están condenados a desaparecer. El principal factor es, tal como pasó con los programas especializados de cine o literatura, que la demanda ya está cubierta. En un mundo donde existe desde el simple blog hasta el canal de Youtube o la radio on line, pasando por el Facebook Live o las historias de Instagram, la información disponible se ha multiplicado, el acceso a la misma se ha abierto de par en par, así que la necesidad de informarse por los fans está cubierta. Quizás demasiado (digo, caer en el clickbait es muy fácil).

La solución que les queda a estos espacios, si quieren sobrevivir, es llegar al público no objetivo. Así llegué yo a Fox Players: si bien me gustan los juegos, la lucha libre, en fin, no me considero tan devoto de estas expresiones, como para que mi vida dependa de enterarme de sus novedades. Por ese lado, estos shows cumplen, pero fallan a la hora de retener al espectador casual. Mi mismo caso: partí viendo el programa diariamente, al mes ya lo veía cada dos o tres días, al tercer mes ya era una vez a la semana, al cuarto me acordaba de pronto que existía el programa, al quinto ya no lo vi más.

Otra cosa que conspira contra este tipo de segmentos es llenarlos de Youtubers e Influencers.

A mi, en lo personal, esta fauna ya me tiene un poco harto: personajes que se hicieron populares y, como dice su nombre, influyentes, sólo por ponerse frente a una cámara, capaces de cobrar una chorrada de plata sólo por dejarse etiquetar en una publicación. Sé de gente ligada a los medios que ya está podrida con estos ejemplares, y si ellos, que funcionan dentro de ese entorno, están hasta la coronilla, cómo no voy a estarlo yo, que soy un mero espectador.

(Me han sugerido que haga un podcast o ponga un canal en Youtube, y lo he pensado, pero luego concluyo que no vale la pena. Cuando veo lo que hay que hacer para hacerse popular en tales plataformas, me respondo que hay cosas que por dignidad uno no debe hacer, y que ya no estoy en edad ni tengo ganas de hacer el ridículo gratis).

No digo que todos los youtubers sean malas personas o no sepan de lo que están hablando. Hay canales de youtube muy buenos en sus temas, y los visito regulamente, pero el 90% no son más que gente sin mucha gracia necesitada de ser famosa. Que lo logren, habla muy mal de sus seguidores.

(Y eso que estoy obviando a la gran mayoría de canales de youtube, que sólo se dedican a repetir cosas que otro hizo o dijo)

en serio, basta!!

Bueno, estos programas se han repletado de este tipo de personajes especializados en hablar maravillas de sí mismos. Y, créanme, molesta.

Es por eso que estos programas están destinados a desaparecer. A diferencia de los que señalé en la primera parte (Séptimo Arte, Cine Video, en fin), que desaparecieron lentamente, por una cuestión del paso del tiempo, y los recordamos con cariño, lo que los medios masivos entienden por programas para cultura ñoña, de nicho, responderán momentáneamente a una necesidad, pero terminarán por caer por su, paradojalmente, falta de peso. Y dudo realmente que se les vaya a echar de menos.

(Si, si sé lo que van a decir, que cómo digo estas cosas si tienes cuentas en al menos tres redes sociales y blogueas…¿y acaso las uso para hablar de mí mismo?¿o te ando obligando a visitarlos?)

fretamalt@hotmail.com  @panchocinepata (Twitter/Instagram)

chica superpoderosa

Corre el año 1995. En un distante rincón de la galaxia, y en medio del interminable conflicto entre las razas Kree y Skrull, la agente de la fuerza estelar de la primera, Vers (Brie Larson), huye apenas de una emboscada Skrull, yendo a parar al planeta Tierra.

Una vez ahí, Vers, cuya memoria conserva vagos recuerdos de haber vivido alguna vez en este mundo, sabiendo que los Skrull vendrán por ella, consigue interceptar a su líder, Yon-Rogg (Jude Law) para informar la situación.

Sintiendo que está en la Tierra por alguna razón, e indagando sobre su pasado gracias a la información que de ella mantenían los Skrull, tras ganarse la confianza del agente especial Nicholas Fury (Samuel L. Jackson) que ha estado siguiendo sus pasos, se introduce en una base aérea, donde puede encontrar las respuestas que necesita…

Esta película no pudo ser estrenada en mejor fecha. Luego de la gloriosa marcha del Día de la Mujer del viernes pasado, Capitana Marvel, el primer estreno MCU del año –el último antes del evento que será Avengers: Endgame- llegó a las salas con gran éxito ( US$ 455 millones, cerrándoles la boca a algunos haters que auguraban un fracaso rotundo) y cargada con un mensaje que no puede ser más oportuno, que debe ser estudiado más allá de lo meramente cinematográfico.

En este acápite, no vamos a irnos por otro lado, estamos ante el filme número 21 dentro del concepto MCU, por lo tanto no vamos a encontrar nada que no hayamos visto antes: acción, música ondera, chistes, referencias pop (aunque puede que el público sub 18 no entienda qué es un blockbuster o un cibercafé) en fin, todo lo que podemos englobar dentro de la “fórmula Marvel”.

Todo eso que ha convertido a esta marca en la más taquillera dentro de la industria del cine de la última década, está ahí y cumple lo que se espera de ella: que sea entretenida. Y de que lo es, lo es, demostrando que esta fórmula, pese a todo lo que se le puede criticar, no está agotada sino que, por el contrario, bien aplicada puede dar un resultado por sobre el promedio. No es la mejor película del MCU (las dos primeras Capitán América, la primera Avengers) pero si una de aquellas con las que se pasa mejor.

Se queda en la mitad de arriba de la tabla. Y bien arriba.

Es que estamos hablando de un personaje que, quizás no sea de los más conocidos masivamente, pero sí uno de los más poderosos dentro de su universo (la reacción de gran parte del público a su mención en los post-créditos de Infinity War así lo refleja). Sus directores Anna Boden y Ryan Fleck tenían cara esa duplicidad y le sacaron todo el jugo posible. El resultado se deja ver, y la experiencia es bien agradable.

Además que consigue situar esta historia coherentemente dentro de la cronología del MCU (considerando como antecedente a Captain America: The First Avenger, y como punto de partida al primer Ironman).

Pero, como dije, el gran legado de esta película va más allá de lo estrictamente cinematográfico, y es eso lo que ha tenido a los Jeff Albertson del mundo, y que aún se preguntan porque su única intimidad es con su almohada, llorando sangre.

Aunque sin llegar a las altísimas cotas de Mad Max Fury Road (aceptémoslo, Max es un personaje secundario dentro de la odisea de Imperatore Furiosa y su clan) o, sin salirnos del género, Wonder Woman hace dos años, Capitana Marvel se alza como un muy buen y potente relato acerca del empoderamiento femenino.

A lo largo de toda su vida, Vers (o Carol Danvers, si nos remitimos al alter-ego del personaje en el papel) ha debido escuchar lo mismo: “Que no puedes”, “que esto no es para niñas”, “que no sirves para esto”. Lo que no la desanima a perseguir sus metas, por el contrario, parece que esos comentarios, esos obstáculos, más la motivan para seguir adelante, con más fuerza, con más pasión, más convencida que antes. Sobre todo de que no debe demostrar nada a nadie.

Esa es la gran fortaleza de este filme, su mensaje, y qué bien que lo representa Brie Larson, la ganadora del Oscar en 2015 (Room), que encarna notablemente esta doble labor de heroína y símbolo.

Cuando el próximo Halloween veamos más niñas disfrazadas de Capitana Marvel o pidiendo muñecas de la ídem de regalo, así como hace un par de años fue la Mujer Maravilla, apreciaremos el impacto de este filme. Y de que vamos por buen camino.

Como siempre, quédense hasta el final de los créditos (¡¡que a once años de MCU haya que seguir diciendo esto!!) y busquen el cameo de Stan Lee (y ojo con la referencia involucrada)…y traten de no llorar con la presentación del logo Marvel al principio.

Y ojo con Goose.

***1/2

CAPTAIN MARVEL

Director: Anna Boden, Ryan Fleck

Intérpretes: Brie Larson, Jude Law, Samuel L. Jackson, Ben Mendelsohn, Annete Benning, Clark Gregg, Lashana Lynch, Djimon Honsou, Lee Pace

Superhéroes

2019

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angel de metal

Año 2653. Luego de una gran guerra conocida como La Caída, la reducida población mundial ha quedado relegada principalmente a dos núcleos: Zalem, a la cual sólo acceden algunos elegidos, y la Ciudad de Ferro, donde reside gran parte de la población, entre ellos el Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz), ingeniero médico cibernético, que entre los restos de chatarra busca piezas para su trabajo.

Juntando varias piezas aisladas, consigue reconstruir a una joven cyborg (Rosa Salazar), quien al despertar poco recuerda de su “vida” anterior. Ido decide bautizarla como Alita, en memoria de su hija fallecida, con quien guarda gran parecido.

Pronto, Alita empieza a recorrer la ciudad, y descubriendo las enormes habilidades con las que contaba antes de ser destruida, lo que la pone en la mira de distintos inescrupulosos que quieren hacerse de sus servicios…o destruirla.

Si nos ponemos a pensar en los animés que, tras el fenómeno de Robotech y Akira, encabezaron el auge de este movimiento en Occidente: Dragon Ball, Evangelion, y Alita: Angel de Batalla.

Este último, creado por el mangaka Yukito Kishiro, el director James Cameron estuvo obsesionado con este manga por casi dos décadas. Muchos piensan que Dark Angel, esa serie que estrenó a fines de los ’90, con Jessica Alba de protagonista, claramente inspirada en el manga, era su manera de contar la misma historia al no contar con los derechos. Hasta que a mediados de los 2000, se hizo de los derechos de la misma, y comenzó un largo ir y venir para que la película finalmente se pudiera hacer realidad.

Finalmente, en 2016, con la contratación de Robert Rodríguez como director, la 20Th Century Fox, aprobó el proyecto, que se estrenó finalmente hace algunas semanas. La gran pregunta es ¿valió la pena la espera?

Desde mi punto de vista, que no soy otaku ni fan del animé, sí, cumple.

Partamos diciendo que no es una película perfecta. En mi opinión, insisto, de no ser el público objetivo de la obra, sentí que tenía algunas cuantas lagunas argumentales, y daba por sentado muchas cosas que uno que no ha leído la saga no tiene por qué tener por establecidas, a lo que hay que sumar unas peligrosas bajadas en el ritmo, momentos en que no pasa nada que desvían la atención del espectador. Por cierto ¿era necesario manipularle tanto la cara a la protagonista para que pareciera personaje de animé?

Pero estamos ante uno de esos casos en que una película presenta fallas perdonables o que se compensan con aciertos. Las escenas de acción, que son abundantes, están bien logradas y el apartado visual es impresionante. Además de un nivel actoral bastante digno, para una película donde lo que mandan son los CGIs, cortesía de un Christoph Waltz que nunca falla (aunque hubiera esperado le sacaran mayor provecho a Maershala Ali, tener tan relegado a un actor que tiene dos Óscar a su haber, es un despropósito).

Además tiene una virtud que, no obstante encontrarnos en un momento en que las adaptaciones marcan la tendencia dominante dentro de la industria, Alita se atreve a romper la rutina: es una adaptación que rescata lo medular de su obra matriz, pero se anima a contar un cuento propio, con personalidad propia, respetando la de la obra que la vio nacer. Así, con todo lo que se le pueda criticar, tiene esta característica que constituye un valor agregado dentro del entorno en que se mueve.

Así, las cosas buenas de Alita, puestas en la balanza, son más que las fallidas. Rodríguez (rara vez director por encargo), un buen alumno del género de la aventura, hace lo suyo para sacar adelante un filme que puede ser una buena opción si usted no busca otra cosa que entretenerse, y no es fan obsesivo del animé.

No hay que pedirle mucho, tampoco ofrece mucho, pero lo que promete lo cumple. Y a veces con eso es más que suficiente.

Ojo con el cameo de Stan…perdón, la costumbre. En realidad iba a decir Marko Zaror.

***

ALITA: BATTLE ANGEL

Director: Robert Rodríguez

Intérpretes: Rosa Salazar; Christoph Waltz; Jennifer Connelly; Mahershala Ali; Keean Johnson; Jackie Early Haley; Jeff Fahey; Ed Skrein

Ciencia ficción.

2019

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Spielberg vs Netflix

Una semana desde que pasó la última entrega del Oscar y todavía estamos apreciando sus consecuencias, aunque ya no tanto por el reclamo en torno a los ganadores, sino a un debate que, sospechaba, terminaría dándose.

Y viene desde alguien que yo jamás esperaría que lo dijera: Steven Spielberg, quien ha planteado sus aprehensiones respecto a la incorporación de producciones de Netflix a la parrilla de películas seleccionables para ser nominadas y, eventualmente, premiadas por la Academia, al proponer modificar la actual reglamentación de ésta, que sólo exige al menos una semana de exhibición en cines de Nueva York y Los Ángeles para que una película sea nominada a algún Oscar.

Según Spielberg, una cosa es el cine y otra el streaming, y propone esta modificación, de manera tal de sentar diferencias y marcar distancias claras entre ambos conceptos, propuesta que, a la corta o a la larga, implicaría que servicios que además han incursionado en la producción, como Netflix o Amazon, sean excluidos del ámbito de selección de películas eventualmente premiables.

Me cuesta creer que un realizador que ha aportado tanto a la difusión y desarrollo de la industria cinematográfica como la conocemos, haya adoptado de pronto, esta tesis.

Netflix se ha defendido señalando que, a través de sus servicios, es posible que películas que difícilmente llegarían a todas las salas de cine del planeta, puedan ser apreciadas en cada rincón de éste.

Spielberg es, los que me conocen o leen por acá o por IG u otras redes lo saben, mi director favorito por sobre cualquier otro. Aquel director que hasta la película más floja que tenga, voy a encontrarle al menos un detallito para considerarla buena. Me puedo hacer el tonto con eso, pero no con esto otro. En este caso, hay que ser bien objetivo y discrepar con lo que el director/productor/cineasta sostiene respecto de las plataformas digitales convertidas en estudios.

Porque hablar desde la vereda del consagrado, el que tiene una industria entera a sus pies para hacer todo lo que se le venga a la mente es fácil. Y estoy seguro que si Spielberg no fuera un realizador consagrado, sino un director emergente, en búsqueda de un espacio donde hacer realidad las ideas que tiene, enfrentado a la realidad del permanente cierre de puertas por parte de la industria, no diría lo mismo.

Netflix no sólo ha cumplido la necesidad de hacer llegar la producción audiovisual hasta el lugar más recóndito del planeta, y en una calidad decente (a diferencia de Youtube, por ejemplo, que hasta en videos de 30 segundos te mete publicidad, y la calidad no siempre lo justifica), sino que además, se ha convertido en un gran proveedor de contenidos.

Gracias a la autofinanciación, y al no estar amarrado a las condiciones y exigencias de los auspiciadores, Netflix ha podido dar espacio a creaciones que en otros medios no tendrían cabida. Y la mayoría de sus producciones se convierten en éxito, por lo que la inversión hecha en este tipo de producciones no sólo deja grandes utilidades, sino que permite reinvertir en muchas otras producciones más. Así es como todos los meses nos enteramos del estreno de “una nueva serie de Netflix”, algunas de las cuales ya llevan varias temporadas exitosas en el cuerpo.

Era lógico que tarde o temprano agarraran vuelo, y confianza, y empezaran a presentarnos películas, dando cabida a directores que, de otro modo, no habrían llegado ni a la esquina.

Netflix no sólo es una inmejorable alternativa para los nuevos talentos, sino también para consagrados. Noah Bambauch, los hermanos Cohen y, por supuesto Alfonso Cuarón y Martin Scorsese, cuya próxima realización, The Irishman, de la que pudimos ver su primer tráiler la semana pasada, en plena premiación, ha sido realizada y será distribuida por la plataforma. También a nivel de salas.

Imagínense si Cuarón hubiera llegado a cualquier gran estudio con el guión de Roma bajo el brazo. Estoy seguro que le pasó y que le deben haber dicho “A ver, Alfonso…sí, la idea es buena, pero…¿quién pagaría una entrada por una película protagonizada por una criada de origen indígena, en blanco y negro, y que transcurrió hace ochocientos mil años?. Estamos demasiado ocupados haciendo blockbusters como para preocuparnos de eso!!”

Netflix y sus similares entraron y están cambiando el escenario cinematográfico a nivel mundial, para mejor. Junto a unos pocos estudios (A24, Blumhouse) son los que aportan para que de vez en cuando salgan obras de arte entre tanta salchicha. Son una realidad.

Y si, tal vez sea necesario ajustar el reglamento, pero para que éste se ajuste a la nueva realidad y no la realidad al reglamento. Seguir esta última vía sólo resulta perjudicial para la industria del cine, privándonos de canales a través de los cuales tanto acceder a producciones que difícilmente veríamos en nuestras salas (con la omnipresencia del blockbuster en ellas) sino además, reduciendo los espacios para creadores que tienen algo interesante que mostrar, pero no los recursos para hacerlo o difundirlo.

Me extraña, como dije, ese desdén por parte del tío Steven, viniendo de un autor que, junto a George Lucas, reinventó la historia del cine precisamente para poder contar las historias que quería contar.

Esperemos que recapacite, sería una lástima que se le quitara el piso a la plataforma sólo por un capricho (a estas alturas no se explica de otra manera). Además que, ¿quién sabe, si, tarde o temprano el propio Steven termina requiriendo de sus servicios?

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