Podemos decir todo lo que queramos del Festival de Viña. A favor, y especialmente en contra. Lo que se nos ocurra. Y nuestras críticas y reparos serían válidos. Los mismos de todos los años, pero válidos igual. Pero lo vemos igual, completo o por pedazos, en vivo o en directo o en las clásicas retransmisiones, o incluso lo buscamos en Youtube y en ferias libres se venden dvds piratas con los principales shows de cada versión.
Es parte de nuestro ADN, nos guste o no. Y digámoslo sin rodeos, por mucho que un gran porcentaje reniegue de él, por mucho que nos parezca un espectáculo de mal gusto y simplón, nuestro verano no sería lo mismo si la última semana de febrero no lo tuviéramos.
Como decía un programa de televisión algunos años atrás “No podemos vivir sin Viña”.
Cierto que su calidad ha ido en declive con el tiempo. Que después del auge del people meter se ha convertido en un programa de televisión con quince mil espectadores en vez de los 200 que caben en cualquier set de programa nocturno, en vez de un evento musical (hace mucho que Viña no nos deja una canción de la trascendencia de El Tiempo en las Bastillas, Alma, Corazón y Pan o Let’s Me Try Again –que, encima, salió segunda, y que después de que Paul Anka y Frank Sinatra la convirtieran en un hit, el Festival tuvo que usar por años el cono de la vergüenza).
Pero el que no tenga el pecado de verlo, tire la primera piedra. Nadie, hasta el más intelectual (o snob, seamos más claros) se queda sin ver aunque sea el resumen de cada noche en las noticias, por temor a quedarse sin tema de conversación.
Yo no seré quien tire la primera piedra, asumo que veo el Festival. No completo, ciertamente no me interesa ver el fenómeno del reggeton de turno, y si sale algún humorista de la vieja escuela (es decir, de esos que viven del chiste machista, racista y lamebotas del poder fáctico) cambio el canal de inmediato. Pero sí como para alcanzar a enumerar algunas cosas que me han quedado grabadas. A horas de una nueva versión, repasemoslas:
-Los Prisioneros.
En 1991, después de años de estar vetados de aparecer en cualquier programa de Televisión Nacional, sólo por algunas cositas que decían de la dictadura en sus canciones (¡que sensibles!), finalmente debutaron, en la primera versión del festival durante la transición y con el disco Corazones vendiendo como pan caliente. Sin embargo, el quiebre de la banda era inminente y se notaba. Con todo, Jorge González no perdió oportunidad para poner en vergüenza a la “prensa especializada” que cubre el evento con su habitual artillería de ironía y acidez.
El grupo, con su formación original, volvería a Viña en 2003, y ciertamente es la presentación más importante del trío en la Quinta Vergara. Y si bien en la interna el ambiente era tenso (no pregunten, saben que le voy a echar la culpa a Claudio Narea) en el escenario se vio sólido, afiatado, potente. Y la lengua de Jorge González, afilada como nunca.
Jorge González volvería a subir a la Quinta Vergara, en solitario, menos contestatario –pero igual de agudo- el año 2013, apelando a su repertorio en solitario y al de su ex banda. Su última aparición en este festival, antes del accidente cerebrovascular que sufrió un par de años después.
-31 Minutos.
El último gran proyecto multimedial creado en Chile (nació como programa de televisión, se extendió al cómic, la literatura, las aplicaciones, el cine, la música) había tenido un revival el año anterior en el marco de Lollapalloza, donde concretaban una de las grandes aspiraciones de sus creadores, Aplaplac: presentar el show de 31 Minutos en vivo. Y el éxito fue avasallador. Había que coronarlo de algún modo, y así fue en la versión 2013 del Festival, y fue por lejos la presentación más exitosa de esa edición. Pocas veces he disfrutado tanto un show como para terminar sacándome la polera que llevaba puesta de sudada que estaba.
-Soda Stereo
1986 fue el año del rock latino, cuando un puñado de bandas provenientes de Argentina, principalmente, y Chile, se apoderaron de radios, televisión, disquerías, revistas y de todo lo que pudieron. En circunstancias normales, Viña debió haber sido el escenario que compartirían los principales nombres del movimiento: Soda Stereo y Los Prisioneros. Ya vimos lo que pasaba con Los Prisioneros, así que hubo que conformarse con Soda. Con todo el arsenal de hits que tenían en tres discos (su debut de 1984, Nada Personal de 1985 y el gigantesco Signos, de 1986), Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti se tomaron Viña durante dos noches seguidas, en febrero de 1987. Arrasaron.
-Faith No More
Para traer algunos números, la organización de Viña a veces coordina con otras productoras para aprovechar de traer artistas a otros eventos dentro y fuera de Chile y así repartir los costos. Por entonces se desarrollaba la segunda versión de Rock In Rio, en el verano de 1991, y la organización había acordado la presencia de Level 42, que también pasaban por Río, sin embargo esta banda canceló ambas presentaciones. Como compensación, la producción del evento en Brasil ofreció a Faith No More, que tenía algunas fechas disponibles después del evento en el país mais grande do mundo. La organización de Viña, sin saberlo, aceptó.
Claro que después no sabían que hacer: parece que nunca les dijeron cual era la especialidad ni el género de la banda encabezada por Mike Patton, ni la personalidad de éste. “Plís No More” titularía la “prensa especializada” al otro día. Musicalmente, una inyección de rock, guitarras y energía como la que Patton y su banda trajeron esa vez, en plena promoción del gran The Real Thing, de 1989, no se ha vuelto a repetir.
(El propio Patton recordaría con mucha gracia lo ocurrido posteriormente…harta gracia le causó ver en primera fila señoras de abrigo y tipos de corbata sentados mirando con la cara desencajada su presentación)
-Duran Duran
Si de repente la organización le achunta. Había empezado la versión 2000 del evento, la primera organizada por Canal 13 tras siete años en Megavisión, y aún no cerraba un número para la noche de cierre. Y sobre la marcha se confirmó a la banda inglesa insignia del movimiento new wave de la década ‘80s, una de las pocas que se las ha arreglado para subsistir hasta hoy presentando material nuevo y no abusar de su repertorio de éxitos clásicos. Tal fue su importancia, que si bien el show no salió al aire completo (DD aparecería recién pasadas la una y media de la mañana y la transmisión terminó poco después de las dos), la presión al canal fue tal (en una época pre redes sociales) que tuvieron que transmitir el show completo a las pocas semanas.
Duran Duran marcaría el inicio de una tendencia en lo que a números anglo se seguiría en Viña del Mar (pero que analizaremos más adelante), y serían los protagonistas de mi historia personal con Viña: ha sido la única vez que he ido a una jornada de este evento.
-Franz Ferdinand
Dije que Viña del Mar a veces le achunta. Lo hizo con The Police en 1982, con Faith No More en 1991, Duran Duran el 2000 y con Franz Ferdinand en 2006, aprovechando que tocaban en Santiago pocos días antes con U2. Su contratación fue una sorpresa, pues no siempre Viña atina con un número anglo en su peak, y FF por entonces aún sacaba lustre de su segundo disco, publicado pocos meses antes.
Y al igual que FNM, los ingleses recordarían su paso por Viña como una de las presentaciones más curiosas de su carrera.
-Los Jaivas.
Raro. Son viñamarinos. Son la banda más importante del rock nacional. Y sin embargo, sólo han participado en tres ocasiones (1982, 2002 y 2011) pero sin embargo, todas y cada una de sus presentaciones han marcado grandes momentos ¿Cómo olvidar su gran performance de 1983, iniciando con Gabriel Parra vestido de diablo de La Tirana? ¿O arrancando con La Poderosa Muerte en 2002?
Aunque no es un ítem prioritario para la organización, el rock chileno ha logrado tener presencia permanente en el festival, sobre todo las últimas dos décadas. Aparte de los citados Jaivas y Prisioneros, Viña ha acogido, entre otros, a La Ley, Los Tres (así como los proyectos paralelos de Alvaro Henríquez), Upa, Lucybell, Chancho En Piedra, Los Bunkers, Nicole, Gepe, Manuel García, Nano Stern, Javiera Mena y Mon Laferte, esta última quien se alzó, con justicia, como el gran show de la versión 2017 del evento.
-Natalia Valdebenito
El humor en Viña no debe faltar. Si bien, como en todo evento, aparece como el momento en que el público baja sus revoluciones y se toma un descanso entre un artista y otro, ha terminado por ser el segmento que más rating da en televisión. Y ha dado varios momentos importantes para la historia del festival, sea por algo bueno (Coco Legrand, Bombo Fica, Stefan Kramer, Dinamita Show) por algo malo (estruendosos fracasos como los de Ricardo Meruane, Sergio Feito, Salomón y TutuTutu o Rudy Rey), o por algo bizarro (el éxito de personajes como Ruperto, que nunca me ha causado gracia, o que Daniel Muñoz haya triunfado en 2000 con el personaje de El Malo, y fracasara al siguiente con El Carmelo).
Los años recientes han estado marcados por el paulatino retiro del humorismo de la vieja escuela y su lugar ha sido ocupado por el stand-up (Jorge Alís, León Murillo, Edo Caroe, Rodrigo Gonzalez, Pedro Ruminot, Chiqui Aguayo, Fabrizio Copano). Su momento más fuerte tuvo lugar en 2016, cuando la comediante Natalia Valdebenito cerraba su gran temporada con una actuación que marcó uno de los ratings más altos desde que Chilevisión se hizo cargo de la producción del festival, una ovación prolongada que celebró una rutina hilarante y, fiel a su estilo, transmitiendo su postura social, política y de género de manera brutalmente honesta, y sin hacer concesiones para dejar contentos a algunos acomodados.
-El repertorio anglo.
El fuerte de Viña es el repertorio en español, no hay duda. Así ha sido siempre, desde que Julio Iglesias, Camilo Sesto o Sandro se apoderaban del escenario, hasta hoy, con Ricky Martin, Luis Miguel o Daddy Yankee. Se ha llegado a anunciar Viña como “El mayor evento latinoamericano de la canción” pero suele suceder, irónicamente, que más de una vez el promedio del evento ha subido gracias al invitado anglosajón.
Hay veces en que han atinado, como hemos visto. También cuando han fichado el fenómeno pop desechable de turno (A-Teens, Backstreet Boys o Jonas Brothers), pero también han caído feo, como cuando se presentaron REO Speedwagon, Huey Lewis and the News o Richard Marx, bien pasado su momento de gloria. O aquellos casos que sin hacer mal su pega, no lograron dejar un registro relevante, como Air Supply en 1987, Mr.Mister y Modern Talking en 1988, o Cheap Trick en 1990.
Casos de números que no le movieron un pelo a nadie hay miles.
Los últimos años, en todo caso, han logrado dar en el clavo, contratando artistas anglo que tienen un repertorio de sandías caladas, un público cautivo y una calidad superlativa que ciertamente han favorecido el nivel del show. Obviando los casos que ya hemos citado antes en específico, la Quinta Vergara la última década y media ha subido mucho sus bonos con la presencia de Heart, Creedence, Kool & The Gang, Earth Wind and Fire, Inxs, Toto, Kansas, A-Ha, Nelly Furtado, Bryan Adams, Tom Jones, Peter Frampton, Journey, Simply Red, Santana, Sting, Morrissey, Elton John, Rod Stewart, Cat Stevens, Lionel Ritchie, Rick Astley, Olivia Newton-John, Peter Cetera, a los que este año se sumarán Europe y Jamiroquai. Y claro, las grandes orquestas que en algún momento llegaron: Ray Conniff, Don Costa, impensables de ver en el Festival como se le concibe hoy.
Buen o mal evento, y por mucho que haya sido desplazado por los conciertos y demás eventos que se llevan a cabo durante todo el resto del año en el país, Viña sigue siendo parte de nuestros genes. Pueden reclamar ahora todo lo que quieran, y puede que tengan razón, repito…pero si no lo hubiera, como lo echarían de menos…¡a que no!.
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