duele, pero es mejor estar ahí

Tocó repasar la trilogía Toy Story. Si, dije trilogía. No tengo nada en contra de la cuarta película, me parece bien como cierre de historia, pero como película, me sobra. Pudo haber sido un capítulo especial para Disney+ o algo así, y funcionaba igual..o mejor. De ahí que, para mí, la historia de los juguetes vivientes de Pixar termina en la película de 2010.

El tema es que haciendo este repaso, vive en reparar lo grande que es Toy Story 2 y lo piola que pasa entre los portaaviones que son la 1 (la que empezó todo, tanto en este universo como en la historia de su estudio) y la 3 (el cierre a lo grande, con toda la emotividad que lleva consigo. Nos olvidamos de este segundo episodio, injustamente, porque tiene demasiadas cosas como para dejarla a un lado.

Todo comienza cuando Andy se va de campamento, pero se desiste de llevar a Woody con él, cuando el muñeco sufre una rotura en su brazo, para desilusión del juguete, quien empieza a pensar en que el niño está creciendo y en algún minuto lo dejará de lado, junto a los demás muñecos.

Circunstancialmente, Woody termina entre las cosas que la mamá de Andy ofrece en una venta de garaje, sólo para ser sustraído por Al, un obsesivo coleccionista de juguetes que de esta forma, completa la colección que además integran la vaquera Jessie, el caballo Tiro Al Blanco, y el Oloroso Pete, con lo que Woody descubre que representa al protagonista de una clásica serie animada. Y Woody era la pieza que faltaba a Al para vender la colección completa a un museo en Japón.

Con Buzz Lightyear encabezando una operación de rescate, Woody, aún con la idea de que Andy lo desechará tarde o temprano, no ve mal la alternativa de convertirse en objeto de exposición.

Reventando una vez más ese mito de que las segundas partes no son buenas, TS2 mantiene su vocación de ser historias de aprendizaje y madurez, aunque no es precisamente el niño el que pasa por eso, sino el adulto…entendiendo que el personaje que representa Woody lo es. En la primera película, Woody aprendía a dejar de ser un cabrón y a compartir con otros, mientras que Buzz aprendía a aceptarse y a descubrir las cosas buenas que conlleva, mientras que en ésta, el aprendizaje del vaquero incide en la relación con su dueño.

Tras sentir un abismo que se abre a sus pies cuando Andy decide dejarlo en casa en vez de llevarlo de viaje, Woody se enfrenta por primera vez a la realidad de que el niño un día ya no lo será ni jugará con juguetes (la historia de Jesse, uno de los momentos más potentes del file, le agrega otra perspectiva para ver las cosas), sólo para concluir que el lazo que lo une a Andy es mucho más poderoso que cualquier otra cosa, y que la felicidad que se proporcionan mutuamente jamás será reemplazada por ser contemplado eternamente a través de un vidrio.

Cierto, tal vez en unos años más Andy tenga ahí tirados a Woody y al resto de la pandilla en un cajón (base para la tercera película), pero mientras dure, el vaquero de trapo va a asegurarse de que esos momentos se disfruten en plenitud.

Esta es la columna vertebral de una historia con ramificaciones, unas más importantes para la trama que otras, correcto, pero todas importan y todas estas bien contadas: la operación de rescate encabezada por Buzz, el otro Buzzlightyear que encuentran por el camino, las historias de Jesse y Oloroso Pete que explican por qué son como son, el descubrir Woody sus orígenes y asumir el legado con el que carga, en fin. Ninguno de los arcos secundarios de esta historia se pone por encima del otro, y todos contribuyen al buen desempeño del relato.

Crecer duele, es una de las grandes verdades de la vida, muchas veces no tanto para el niño en desarrollo, como para el adulto que lo acompaña en el proceso. Pero, según parece contarnos este filme, por doloroso que sea, es más valioso estar ahí que de lejos, porque si te lo llegas a perder, no te lo compensa nada.

(pensaba dejarla para su aniversario 25°, el próximo año, pero…si la vi ahora, ¿para qué esperar?)

****

TOY STORY 2

Directores: John Lasseter; Ash Brannon: Lee Uknrich

Animación

1999

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cosas que han tenido que cambiar

No, que la cadena de retail estadounidense Best Buy haya anunciado que ya no venderá más películas en formato físico no quiere decir que el formato haya llegado a su fin. Es sólo que no venderá más películas de este tipo…como aqui desde hace un rato ya no lo hace ni el Líder ni Jumbo ni ninguna multitienda o supermercado.

Sí, era un proveedor importante para este tipo de cosas. De hecho la mayoría de grandes estudios hacían versiones especiales que sólo se distribuían en Best Buy y no en otras tiendas o comercios virtuales. Pero sigue siendo un proveedor. Uno grande, pero uno solo igual.

No es el fin, pero si un golpe fuerte para el coleccionismo cinematográfico y señal inequívoca de que el consumo cinéfilo está cambiando. 

Es que llegó el momento de que el comercio general se dio cuenta de que el público estándar, ese comprador de películas ocasional, que sólo va al cine a ver blockbusters ya no compra películas para tenerlas en la casa.

Para el retail, a su turno, este ítem se estaba convirtiendo en pérdida. En parte por sus malos cálculos (siempre les terminaban sobrando copias, incluso de las películas exitosas…recuerdo haber pasado por el supermercado el 2018 y aún tenían copias de películas de 2014, en un rincón bien alejado de la mano de Dios y en un estado lamentable) y en parte porque para qué un consumidor no militante va a gastar en una película lo que paga en un mes por una plataforma con centenares de títulos para escoger.

Eso ha hecho que el coleccionar películas se haya vuelto un gusto muy de nicho.

Es un hecho que la demanda ha bajado y en consecuencia la oferta. Si bien hay sellos como Criterion o Arrow que han hecho un gran rescate de películas, los grandes estudios han bajado mucho su producción física. Tanto, que hay estudios que ya no publican versiones latinoamericanas de sus estrenos, o no lo hacen en versiones sencillas, por lo que hay que recurrir a éstas últimas, o a las estadounidenses.

Por ejemplo, por hablar de un estudio que sabemos va a ir a la segura, mientras Unidos (Pixar, 2020) tuvo edición en bluray rondando los 15 mil pesos, Turning Red (también Pixar, 2022) sólo se puede adquirir en pack BR+DVD+DIGITAL por al menos el doble de ese precio.

Otro caso: Spiderman Far From Home (2019) tenía un precio de 15 mil en su edición blu-ray de un disco, o poco más de 20 mil si era el pack BR+DVD+DIGITAL, mientras que Spiderman No Way Home (2022) no tuvo edición latinoamericana y sólo se puede encontrar en versión estadounidense (por sobre los 30 mil). Si uno la quiere por menos, tiene que adquirir el pack que incluye Homecoming y Far From Home…un coleccionista lo piensa, el no coleccionista, descarta de plano tener películas repetidas.

Un último, The Batman tuvo edición latinoamericana y rondaba los $ 14 mil el disco simple. The Flash no tiene edición ni lationamericana ni simple y supera los $ 35 mil. Creo que no necesito continuar.

Así, a diferencia de la industria musical que luego del revival del vinilo se las ha arreglado para sobrevivir (desde tiendas que han abaratado sus costos hasta compañías que publican material a bajo costo…pasen por cualquier quiosco de diarios y revistas y díganme que disco encuentran), el mercado de películas se ha reducido mucho. Las tiendas son pocas y, tal como le pasa a Rob Gordon en Alta Fidelidad, sobreviven gracias a gente dispuesta a pagar lo que piden.

Un negocio donde el oferente sabe lo que ofrece y el demandante sabe lo que quiere.

Habrá que hacer el esfuerzo.. porque siempre es bueno para un cinéfilo atesorar las películas que le gustan…y porque las plataformas no son de fiar. Un día que se te va internet y hasta ahí llegaste. Para qué decir cuando tal o cual elimina títulos de su repertorio.  Como las plataformas en general empiezan a dar señales de que más temprano que tarde van a colapsar, más vale estar asegurados.

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esta (no) es mi vida

En octubre de 1998 y dirigida por Todd Haynes se estrenó Velvet Goldmine, y como mucho del cine inglés de aquellos años (Trainspotting, The Full Monty, Waking Ned Devine, Billy Eliott), se convirtió en un filme de culto, por prácticamente los mismos factores que llevaron a otros filmes de su época a la misma categoría: temática, estética y banda sonora.

A medio camino entre el musical, el biopic y el mockumentary, este filme nos cuenta el auge y caída de Brian Slade (Jonathan Rhys-Meyers),la mayor estrella rock inglesa de la primera mitad de los 70. Exitoso, influyente, pero con una vida privada bastante controvertida, Slade de a poco vio apagarse su carrera, la cual terminó cuando fue asesinado por un fanático, en pleno concierto.

Algunos años después, a Arthur Stuart (Christian Bale), un periodista de rock, que en su momento fan de Slade, se le encomienda un reportaje acerca de la carrera del músico. Sin embargo, mientras avanza en su investigación, en cuya virtud entrevistó a gente ligada muy de cerca con Slade como su ex compañero Curt Wilde (Ewan McGregor) o a su ex mujer Mandy (Toni Colette), Arthur va encontrando una serie de inconsistencias y sospechas en torno al destino del músico.

Lo hubiese querido o no Haynes, lo cierto es que el público no se demoró mucho en percatarse de en quién estaba inspirado este filme: David Bowie. Y es que las referencias eran evidentes: el título de la película, tomado del título de un lado B de un single e 1972 que aún así tuvo cierta rotación; el rol de Brian Slade como ícono fundacional del glam; su manifiesta ambigüedad sexual y  su “muerte” en escena. Todo indicaba que Velvet Goldmine era una suerte de biografía alternativa de Bowie, o más bien, de su alter-ego Ziggy Stardust.

A Bowie, que a la época de estreno de este filme ya pasaba los 50 años y era un caballero que ya venía de vuelta de todos los excesos, la interpretación que se hace de su vida, pública y privada, y obra, especialmente la relación entre Slade y Wilde, que hizo que todo el público asumió que se trataba de Bowie junto a su discípulo más aventajado, Iggy Pop, y que su relación iba más allá de lo profesional.

(En todo caso, no es que Bowie haya renegado de su pasado de excesos y promiscuidades varias. Por degradante que fuese para él y para otros, Bowie nunca lo ocultó, y más allá de lo musical, no se sentía nada de orgulloso de eso. De ahí que se entienda esta incomodidad con el filme).

Conociendo lo que les gusta el morbo y el amarillismo a los ingleses, esto hizo que la película fuera un éxito, al menos por un tiempo, y volviéndose a la larga un filme de culto, como dijimos antes. Pero, obviando el factor cahuinero, este filme tiene méritos de sobra.

Partiendo por su gloriosa banda sonora (el cine británico fue pródigo en buenos soundtracks por aquellos años),que incluye clásicos del glam rock interpretados por dos bandas formadas para la ocasión:Venus In Furs (compuesta por miembros de Radiohead, Suede y Roxy Music) y Wylde Ratzs (con miembros de The Stooges Sonic Youth y Mudhoney), además de unos cuantos temas originales de bandas de la época o que bebieron mucho de esa influencia.

***1/4

VELVET GOLDMINE

Director: Todd Haynes

Intérpretes: Jonathan Rhys-Meyers; Christian Bale: Ewan McGregor; Toni Colette; Eddie Izzard; Emily Woof

Drama/Musical/Documental falso

1998

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pero qué bicho te picó?

Ese día, Jaime Reyes (Xolo Maridueña), un recién graduado estudiante, llegó al edificio corporativo de empresas Kord, luego de que Jenny Kord (Bruna Marquezine), una de sus ejecutivas, a quien conoció pocos días atrás, le ofreciese un trabajo en la compañía. Sin embargo, sólo recibe una caja de comida, y la advertencia de que no la abra por ningún motivo.

Sin embargo, apenas llega a su casa, Jaime abre la caja,que contiene una gema con forma de escarabajo, que de inmediato se introduce dentro del cuerpo del muchacho, cambiando su apariencia y estructura física, dándole poderes extraordinarios…y poniéndolo en la mira de Victoria Kord (Susan Sarandon) la ambiciosa presidenta de la compañía…

Tengo que darle a este punto a Marvel: tomar personajes poco y nada conocidos fuera del fandom, y hacerlos populares. Pasó con Black Widow, los Guardians of the Galaxy, Moonknight, Hawkeye, Miss Marvel, en fin..y es lo que DC/Warner quería lograr con Blue Beetle. Y…

Convengamos que era una apuesta riesgosa. Si, Jaime Reyes, creado en 2006 como tercera encarnación de este personaje, goza de popularidad en el fandom, especialmente en Latinoamérica, pero es un total desconocido para el resto del mundo, pero tenía varias cosas en contra: estrenarse en un año difícil para los superhéroes, para los súper estrenos, y que pese a una divertida campaña viral a favor, el contingente de haters viudos de Snyder aún pesa.

Es que aunque se trate de una película con muy buenas intenciones, Blue Beetle tiene unas cuantas cosas que traicionan esas intenciones, partiendo de la base que se trata de una producción pensada para ser estrenada en HBO Max, que por alguna razón alguien tuvo la idea de estrenarla en salas. Y se nota que estamos ante un formato que le queda demasiado grande.

No es que esté del todo mal, pero por largo rato, estamos ante una cinta entre muy genérica (el primer tercio del filme es algo que hemos visto ya, de una u otra forma, en otras producciones anteriores, así como el desarrollo de personajes, especialmente en cuanto al héroe y a los villanos de turno) y en que tiene elementos de sobra. Es decir, sabemos lo llamativa que es la cultura latinoamericana para los estadounidenses, y de aquí vienen varios de los momentos más divertidos de la cinta, pero se les va la mano con la emotividad, en una secuencia en particular, que hace que la historia pierda el ritmo que estaba adquiriendo.

Por otra parte, que un personaje que adquiere un supertraje que le da todos los poderes imaginables, se vea tan dependiente de otros, no le ayuda mucho, haciendo que en cuanto película de superhéroes, Blue Beetle quede al debe.

Lo que falla como filme de personajes con superpoderes lo gana en su retrato de la comunidad latina en Estados Unidos, sea desde aspectos formales y culturales (como las apariciones fugaces de María La Del Barrio, El Chapulín Colorado, y hasta Don Francisco), así como del retrato de la familia latinoamericana, sus valores y sus tradiciones.

Es raro lo que podemos concluir de Blue Beetle. No es la peor película del año, ni de su género (para eso está el otro hombre bicho, el de la competencia), ni de su estudio (para eso estuvo el viaje a los ochenta de Wonder Woman), pero somos conscientes que también está muy lejos de ser un triunfo, más allá de la taquilla. Aún cuando no esperásemos mucho de eso, el factor sorpresa estaba ahí, latente…aunque la evidencia de haberse metido..o más bien haberse sido metido…en camisa de once o más varas, deja con gusto a poco.

**1/2

BLUE BETTLE

Director: Angel Manuel Soto

Intérpretes: Xolo Maridueña; Bruna Marquezine; Susan Sarandon; Damian Alcazar; George López; Adriana Barraza; Elpidia Carrillo; Belissa Escobedo; Raoul Max Trujillo

Superhéroes

2023

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papá al volante

Fuera de que esta vez le tocó a él llevar a sus hijos a la escuela, estaba siendo una mañana bastante normal para Matt Turner (Liam Neeson), ejecutivo de una gran corporación con casa matriz en Berlín, hasta que contestó ese teléfono que encontró en el asiento del copiloto de su auto.

Desde el dispositivo, una macabra voz le dice que bajo los asientos, hay potentes explosivos que se detonarán apenas alguien baje del auto…o llame a la policía…o no cumpla con sus exigencias, lo que llevará al habitualmente indiferente ejecutivo a una situación límite…

No seré yo quien desautorice a don Liam Neeson. No en vano, desde que protagonizó la inolvidable Taken, en 2008, es el rostro de esta suerte de generación de héroes categoría Senior que ha dado tanto la última década y media para la industria. Pero estaba corriendo el riesgo de estancarse y repetirse. De hecho, varias de sus últimas películas o se me pasaron de largo o las dejé a la mitad, sin culpa alguna.

Pero de repente aparecen cosas como Contrarreloj, que se salen de la rutina. Adaptada de un celebrado filme español de 2015 (El Desconocido), el trabajo reúne a Neeson con el español Jaume Collet-Serra, retomando el vínculo que dio bastante buenos resultados en la década pasada.

Aunque Collet-Serra en esta ocasión cede el puesto de director al húngaro-estadounidense Nimrod Atal (estaba un tanto ocupado con Black Adam), se reservó la silla de productor ejecutivo, por lo que igual dejó su marca en el filme.

Independiente de lo bien o mal que haya resultado su aventura con el antihéroe de DC Comics, a Collet-Serra le acomoda poner a sus protagonistas a situaciones límite, y Neeson es un gran cómplice en eso: ya lo ha hecho recorrer la ciudad desmemoriado (Unknown), evitar el ataque de un aeropirata (Non-Stop); echarle una carrera a sus ex socios mafiosos (Run All Night) y evitar que explote un tren (The Voyager). Ahora, debe hacer lo mismo, sin bajarse de su auto, al mismo tiempo que debe recomponer las ya frágiles relaciones con sus hijos.

Este es un cine que, sin revolucionar nada, ni ser extraordinario (no lo quiere hacer, ni lo necesita) hace que las cosas funcionen bien. Sin presupuestos multimillonarios, películas como ésta tienen la gracia de apelar al ingenio de sus realizadores para sacar adelante la historia y mantener pegado al espectador. En este caso, y como ha sucedido con las anteriores veces en que Neeson se ha visto contra la pared, funciona, y de verdad queremos que salga bien parado de ésta.

Que la película apenas dure 90 minutos (Dios, cuánto bien hace una duración como ésta a las historias ya los espectadores que las ven) ayuda una enormidad.

Menos es más, que gran verdad sigue siendo.

***

RETRIBUTION

Director: Nimrod Atal

Intérpretes: Liam Neeson; Matthew Modine; Noma Dumezweni; Embeth Davidtz; Jack Champion; Lily Aspell

Acción/Suspenso

2023

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perder la inocencia

Las expresiones culturales y artísticas en general se han hecho cargo de contar ese lado no tan soñado del sueño americano. Si los canales oficiales se han dedicado por años a contar lo grande que es Estados Unidos, del orgullo de vivir según el estilo de vida americano, de la tierra de la oportunidad, la literatura, el cine, la música, se han encargado de mostrar lo que la oficialidad no ve: lo difícil, violenta y cruel que es la realidad para muchos estadounidenses.

Dennis Lehane ha fundado gran parte de su literatura en este ítem, y eso ha quedado registrado en las adaptaciones de su obra: Gone Baby Gone (el gran debut de Ben Affleck, como director) y Rio Místico, dirigida por un inspirado Clint Eastwood y que por estos días cumple dos décadas desde su estreno. Historias que duelen.

Quedémonos con esta última, que nos presenta a tres niños de un barrio obrero de Boston, que luego de jugar al hockey una tarde de verano, deciden dejar sus nombres en el cemento fresco de una vereda, siendo abordados por dos hombres en un auto que dicen ser policías, y que se llevan a Dave, el último en firmar, ante la vista de los otros dos niños, Jimmy y Sean.

Tras algunos días, un traumatizado Dave vuelve a casa, sin contar a nadie lo que le sucedió, pero eso es suficiente para dejar a los otros dos chicos igualmente shockeados.

25 años después, Jimmy (Sean Penn), ahora propietario de un almacén, en el mismo barrio, se entera que su hija Katie (Emmy Rossum) aparece asesinada, y el caso es tomado por la policía, siendo Sean (Kevin Bacon) uno de los detectives que dirige la investigación.

Sobrepasado por la indignación, Jimmy, que en el pasado ya ha tenido problemas con la justicia, inicia encomienda su propia investigación a unos conocidos suyos desde que estuvo en prisión, luego de enterarse que Dave (Tim Robbins) fue visto en el mismo bar en que estuvo la chica la noche anterior.

Podemos desmenuzar este filme y examinarlo desde diversos frentes, partiendo por el estrictamente policial: tenemos un crimen que resolver, sospechosos y motivos para cometerlo, y toca determinar quien resuelve primero el dilema: si la autoridad oficial o la de hecho. En esto, Río Místico funciona bien, pero siento que es la excusa para llevarnos a un análisis mucho más profundo.

Estamos aquí ante un relato sobre, esencialmente, la pérdida de la inocencia, algo a lo que Eastwood ya había apelado antes en la majestuosa Un Mundo Perfecto, en 1993. Y no digo fin de la inocencia, porque este puede ser de distintas maneras, pero pérdida suena a algo mucho más violento, como lo que le sucede a nuestros protagonistas. Porque sólo Dave habrá sido abusado (no nos lo dicen, pero se desprende de lo que nos cuentan) pero sus dos amigos también se vieron alcanzados, y los tres tuvieron que aprender a lidiar con eso.

Sean lo hizo convirtiéndose en policía, persiguiendo criminales y llevándolos ante la justicia, mientras que Dave, si bien aparentemente ha sabido cargar con su cruz, es una olla a presión a punto de colapsar. Jimmy, por su parte, ha asumido que esta es una selva en la que rige el más fuerte, y ha dedicado su vida a construir ese rol, cueste lo que cueste, pese a quien le pese. Alguien con algunas cuantas ideas preconcebidas por la vida, que se impone y se hace respetar en suma.

Los tres se han vuelto, cada uno a su manera, una amenaza para otros y para sí mismos. Uno, un patrón de fundo que hace lo que dice, porque siempre tiene razón, incluso cuando no. Otro, una bomba de tiempo que necesita un toquecito para estallar. El tercero, por mucho que su camino sea en apariencia el más recto, su obsesión por no salir de éste lo ha hecho descuidar a quienes más deberían importarle.

Así llegamos a lo que yo hablaba al principio, a una edad muy temprana, se dieron de golpe con una realidad que los marcó indeleblemente. Una realidad en la que hay que sacar las garras y arrasar con el prójimo antes que el prójimo arrase con uno. Una realidad en la que hay que saber rugir más fuerte que otros, y demostrarlo.

Una realidad donde la violencia, la prepotencia y el abuso están tan normalizados que ya nadie se sorprende ni lo cuestiona. Eso no sale en las guías turísticas.

Claro, esto es algo que quita la fe en la especie humana, pero que nos da buenísimas obras como ésta, que se celebran…pero duelen como la m1€rd@.

***1/2

MYSTIC RIVER

Director: Clint Eastwood

Intérpretes: Sean Penn; Tim Robbins: Kevin Bacon; Laura Linney; Marcia Gay Hayden; Emmy Rossum; Laurence Fishburne

Drama/Policial

2003

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la idea era buena…

Aunque oficialmente lleva años muerto, Augusto Pinochet (Jaime Vadell), retirado como comandante en jefe del Ejército y ex gobernante de facto en Chile por más de 15 años, con unos cuantos procesos judiciales por violaciones a los derechos humanos y robos varios a cuestas, se mantiene vivo, lo que para un vampiro de al menos 250 años de edad como él, no tiene nada de extraño.

Sin embargo, entre el cansancio por el paso de los años y la desidia por seguir viviendo a escondidas y la humillación que le resulta cargar con sus antecedentes, convoca a su “viuda”, Lucía (Gloria Munchmeyer), a su brazo derecho Fyodor (Alfredo Castro) y a sus familiares más próximos, para empezar a resolver algunas cuantas deudas personales y patrimoniales…

Sabia que el estreno de un filme como El Conde, la misma semana en que los 50 años del golpe de estado se habían tomado la contingencia iba a traer un debate acalorado. Por eso, esperé que se enfriaran un poco las cosas para verla y analizarla. Y espero que efectivamente se hayan enfriado porque sé del hate que se ganó quien haya tenido la osadía de encontrarle algo malo.

Espero que así sea porque, honestamente, y aunque quería que pasara de otro modo (conozco la filmografía de Pablo Larraín), no me gustó mucho que digamos.

Ahora, eso no quiere decir que la película sea mala. Mi problema es que me cuesta encontrarle cosas que me permitan encontrarla buena.

Y es que la premisa –Pinochet, uno de los dos personajes más controversiales de la historia reciente de Chile, convertido en una figura de horror (como si en la realidad no hubiese sido lo suficientemente macabro)- es buena, para que andamos con cosas. Ha funcionado de lo más bien en otros formatos (literatura, cómic, comedias). Mi problema viene con su ejecución, porque cuesta definir para donde quiere ir Larraín con este filme.

No voy a negar el muy buen desempeño de este filme en lo material, pocas veces visto en el medio local: dirección de arte, diseño de producción, efectos especiales, vestuario, música, montaje, en fin. Se nota la mano de Netflix en el filme…y sus recursos, muy bien aprovechados hasta el último centavo.

¿Dónde está la falla, entonces? Desde mi humilde tribuna, en la orientación que le da el autor a su obra. Ciertamente, estamos ante una lectura un tanto sarcástica a la incontrolable ambición que caracteriza a ciertos personajes, cuya falta de escrúpulos en sus actos y decisiones nunca dejan de producir consecuencias.

La yerba mala nunca muere, podrá decirse. El problema es que zigzaguea tanto el filme en tantos aspectos (a ratos intenta ser cine de terror, otros comedia negra, por nombrar las especialidades en que más incursiona) y el desarrollo tan plano, que la historia se siente floja, y que no está a la altura del esfuerzo de producción que ha sido este filme, cuando debería ser la producción la que esté al servicio del relato.

Por largo rato no sabemos definir lo que Pinochet es: ¿villano?¿mártir?¿víctima del sistema judicial?¿víctima de los buitres que tiene por parientes que hicieron vista gorda de los abusos que cometió, sólo para gozar de sus influencias y tesoros?¿víctima de un destino al que no pudo escapar? Y algo similar pasa con la hermana Carmencita, supuestamente el antagonista principal del filme, pero tampoco nos quedan claros ni su lugar en el filme ni sus motivos.

El desarrollo de personajes, pese a los buenos oficios del elenco, que reúne a varios de los mejores actores del medio nacional, tampoco ayuda mucho, ya que no salen del lugar común: el dictador bananero, la mujer del dictador bananero, la familia del dictador bananero, el lamebotas de turno, en fin.

Siento que esta historia desaprovecha muchas cosas, y me atrevo a decir que si esta historia, en vez de haber tenido a Pinochet de protagonista hubiese tenido a otro dictador bananero genérico random, real o ficticio, estaríamos prestándole la misma atención, cosa que dudo.

**

EL CONDE

Director: Pablo Larraín

Intérpretes: Jaime Vadell; Gloria Munchmeyer; Alfredo Castro; Paula Luschinger; Amparo Noguera; Catalina Guerra; Marcial Tagle; Diego Muñoz; Antonia Zegers; Stella Gonet

Drama/Terror

2023

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eso que sabes hacer mejor

Volvamos tres décadas en el tiempo, a 1993. Tim Burton ya era más que una joven promesa dentro de la industria, avalado por los éxitos de taquilla de filmes como Beetlejuice y Batman, así como por el respaldo crítico de trabajos como Edward Scissorhands y Batman Returns. Su calidad como uno de los nombres más influyentes dentro del Hollywood de la época era indiscutible, lo que le daba el visto bueno para cualquier idea que se le cantara.

En estas circunstancias, era la oportunidad para hacer realidad un proyecto que tenía en mente durante años: qué es lo que pasaría si los mundos de las dos festividades favoritas de los niños anglosajones, es decir Navidad y Halloween, se entrecruzaran.

Claro que no fue fácil. No sólo por las dificultades propias de la técnica stop-motion, modalidad por la que Burton nunca ha negado su devoción, sino también por las aprehensiones que Disney, estudio que producía la película, empezó a sentir cuando ésta empezaba a tomar forma, narrativa y, sobre todo, estéticamente hablando, por lo que optó por acreditar el filme a su división para mayores, Touchstone.

Sin embargo, valió completamente la pena, ya que El Extraño Mundo de Jack se convirtió en un inesperado éxito de taquilla, en filme de culto, en un panorama obligado para dos feriados, y sus personajes se convirtieron en íconos para más de una tribu urbana.

Tal fue la respuesta, que Disney, en una voltereta de nivel olímpico, que los últimos años ha incorporado a Jack Skellington y su universo como parte de su galería de personajes. Sí, después de haber renegado del filme.

La historia concebida por Burton y dirigida por Henry Selick (Burton estaba un tanto ocupado como para dirigir, pero no tanto como para no perder de vista a quien tomó su lugar), nos presenta a Jack Skellington, Rey de la Tierra de Halloween, querido y venerado por sus súbditos. Sin embargo, Jack se encuentra deprimido y cansado de ser asociado a elementos tan oscuros y negativos.

Vagando sin destino, llega al vecino reino de Navidad, donde todo es color, diversión y optimismo. Sintiendo que eso es lo que su reino necesita, Jack decide apoderarse de la Navidad y reconstruirla al estilo Halloween.

¿Quién iba a pensar que al homenajear un concepto clásico del entretenimiento, es decir, las películas de temática navideña hechas en stop-motion (esas que pusieron en lo más alto a estudios como Rankin-Bass), Burton y Selick terminaron creando un clásico moderno?

Digo clásico moderno porque cumple a cabalidad con los requisitos del género: personajes atractivos, viviendo una decisión crucial para su existencia, que definirá el resto de ella, enfrentando a un villano temible, rodeado de secundarios igual de divertidos, en el marco de un asombroso trabajo audiovisual, canciones contagiosas y una moraleja. Así, por inédita que resulte la premisa del filme, dentro de lo que se podría esperar para un filme de temática navideña, estamos ante una epopeya que se para de igual a igual con los grandes clásicos fílmicos y televisivos del subgénero, sin tener de qué avergonzarse. Hasta se da el lujo de reinventar el concepto.

Sobre todo pensando en la moraleja que deja, si le podemos llamar así a las conclusiones que podemos extraer del filme, que va más allá de los lugares comunes del género (ser egoísta y ser ambicioso, es igualmente malo, hay que ser solidario, hay que apreciar las intenciones, en fin): Jack, que no está pasando un buen momento personal, toma una decisión crucial sin medir las consecuencias, que terminan siendo desastrosas. Partamos de la base que toma esta decisión en un momento en que no es recomendable tomar decisiones así de radicales.

Jack consigue salvar la situación y restablecer el status quo, arriesgando su propia vida y la de otros en el proceso. Pero aprende algunas cuantas cosas que le servirán.

Primero, a tener cuidado con lo que se desea.

Segundo, si no está mal, no lo arregles (Halloween y Navidad funcionaban bien como estaban).

Tercero, pero no menos importante: No pierdas tu tiempo y energías en lo que no tienes ni eres. Disfruta lo que sí tienes, lo que sí eres y eso que haces mejor que nadie. Soñar con otra cosa no está mal, nos empuja a seguir creciendo, eso no es malo.  Se vuelve malo cuando supeditas tu existencia a ello, descuidando lo que te define y eso por lo que la gente que te quiere lo hace.

En el fondo, saber valorarse, y valorar a los que te quieren.

**** 

TIM BURTON’S THE NIGHTMARE BEFORE CHRISTMAS

Director: Henry Selick

Animación

1993

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luchando contra mi destino

Para 1983, yo contaba con siete años de edad y mi cinefilia estaba en una fase embrionaria. Con suerte había visto E.T., conocía Star Wars sólo de nombre y mi experiencia se limitaba a algunas películas Disney en cine y aquellas de Jerry Lewis y Dean Martin que repetían por televisión.

Obviamente, no tenía idea de quién era Francis Ford Coppola, ni nada sobre El Padrino, Apocalipsis Ahora o La Conversación. Mucho menos entendía el concepto de filme de culto. Aún así, había señales suficientes, potentes e insistentes de que estaba frente a uno de ellos.

Esas señales eran las publicidades con que el ex Cine Arte Normandie, cuando estaba en la Alameda, antes de que se convirtiera en el Centro Cultural del mismo nombre, se anunciaban las frecuentes reposiciones de La Ley de la Calle.

Tantas fueron las señales, que entendí que tenía que verla apenas pudiera. Lo hice, y lo entendí todo.

Hay que decir que después de una gloriosa década de los ’70 para Coppola, la de los 80 fue una bastante irregular: los filmes que estrenó durante aquellos años (One From The Heart, Peggye Sue, Tucker) estuvieron muy por debajo de lo que había logrado la década anterior. La Ley.., en este contexto, aparece como una sana excepción, porque si bien su taquilla estuvo lejos de ser el éxito que fue, por ejemplo, la saga de los Corleone, la calidad de filme de culto que fue adquiriendo con los años, incluso en un país lejano de todo como el nuestro, le causó una justa reivindicación.

¿Qué hizo que La Ley de la Calle se volviera el hito en que se convirtió, al punto que hasta ha sido objeto de estudio? Hace una década, Alberto Fuguet estrenó el documental Locaciones: Buscando a Rusty James, con el cual buscaba explicar su obsesión por este filme, un buen ejemplo de esto último.

Según yo, se debe a su realismo y a la identificación que genera para con su público objetivo.

Trasladémonos a la mitad de la década de los ’50, a un barrio de clase media baja de Tulsa, Oklahoma, y conozcamos a Rusty James (Matt Dillon) un joven cuya vida gira en torno a dar vueltas por la ciudad junto a sus amigos, dedicando su día a jugar billar, a la vagancia, e ir de escaramuza en escaramuza con otras pandillas del pueblo.

Huérfano de madre, hijo de un padre la mayor parte del tiempo ausente, Rusty asumió el liderazgo de su pandilla luego de que su hermano mayor, conocido como Motorcycle Boy (Mickey Rourke) abandonase la ciudad hace unos años, debiendo cargar desde entonces con las inevitables comparaciones y la presión de estar a su altura.

Cierto día, Motorcycle Boy vuelve, pero no para retomar el liderazgo de su banda, como muchos piensan, sino de ayudar a Rusty a salir de ese mundo y buscar un destino mejor..

Lo que Susan E. Hinton, autora de la novela en que se basa el filme (la segunda de su carrera tras Outsiders, también llevada al cine por Coppola) tomó como base de su historia fue su propia adolescencia en la localidad en que ésta transcurre, escenario de aquellas realidades a las que a EEUU no le gusta mucho compartir en público. Pensemos en el contexto histórico: mientras el país aún celebrara el éxito de la Segunda Guerra Mundial, una porción no menor de ésta no vivía ese auge de la misma forma, ya que eran zonas en que se vivía al día, sin muchas expectativas y con pocos motivos para entusiasmarse con el porvenir.

Hinton creció ahí, rodeada de carencias y de contemporáneos suyos que no tenían más concepto de éxito que ganarle una pelea a la pandilla de dos cuadras más allá.

Rusty James es hijo de ese desencanto, de la violencia y del abandono, donde el futuro se reduce a llegar a casa cada noche y vivir al día siguiente, a lo que se suma el peso de suceder y mantener el legado de su hermano mayor.

Aprovechando hasta la última chaucha de un presupuesto casi franciscano, en comparación a lo que tuvo para los Padrinos, Coppola reconstruye la Tulsa de los ’50 como el lugar de residencia de esta juventud sin expectativas. Coppola entiende el espíritu de esta novela y de sus personajes, así como es capaz de transmitirlo.

Pues habrán pasado 30 años entre la época en que se ambienta la historia y el momento de su rodaje y estreno, pasando modas como hippies, punks, en fin, pero la juventud, cuando no es vista como objeto de consumo, en rigor nunca dejó de ser un sector postergado…y despreciado…de la sociedad. Así, res fácil entender por qué La Ley de la Calle caló tan hondo en la juventud de la época, especialmente en el Chile de la dictadura, donde la represión, la recesión y el toque de queda no facilitaban mucho las cosas.

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RUMBLE FISH

Director: Francis Ford Coppola

Intérpretes: Matt Dillon; Mickey Rourke; Diane Lane; Nicolas Cage; Vincent Spano; Laurence Fishburne; Vincent Spano; Chris Penn

Drama

1983

fretamalt@hotmail.com  @panchocinepata (X, Instagram)

devolviendo la mano

Durante la ocupación estadounidense en Afganistán, numerosos fueron los casos de ciudadanos locales que se ofrecieron a servir como intérpretes para los soldados norteamericanos a cargo de la misión, a cambio de ser protegidos de régimen talibán. Uno de ellos es Ahmed (Dar Salim), quien es contratado por la unidad a cargo del sargento John Kinley (Jake Gyllenhaal) luego de que su intérprete titular cae en un atentado.

Pese a las reticencias iniciales, Ahmed pronto gana la confianza de su superior cuando le advierte de una emboscada. Sin embargo, no pueden evitar un segundo ataque y gran parte del pelotón cae abatido, a excepción de Kinley, quien es salvado por Ahmed, quien pone su vida en juego hasta devolver al inconsciente sargento a su cuartel general a salvo..

A ver, no es que Guy Ritchie haya filmado dos películas a la vez, aunque podría pensarse así con el intervalo de tiempo que hubo entre Operation: Fortune y Guy Ritchie’s The Covenant. La explicación es muy simple: la primera se estrenaría durante el 2022, pero se aplazó, no vale la pena a esta altura explicar por qué. Además, el estreno con demasiado ruido de Operation… hizo que el debut de la segunda, un filme que llamaba a no hacer tanto ruido como la anterior, casi ni se supiera a este lado del mundo.

Lo otro que pudo haber ayudado a que esta película se sintiera tan piola es su temática. Habitualmente dedicado al cine sobre crimen organizado inglés, peleas de pandillas, venganzas y algo de humor muy british, son contadas las ocasiones (algunas no muy afortunadas) en que ha optado por salirse de ese registro. Y con este último filme vaya que se sale, porque, por mucho que haya sido una operación militar multinacional, el tema de la ocupación aliada sobre Medio Oriente después del 11/9, es esencialmente un tema americano.

¿Le acomoda este cambalache? Hasta cierta forma, ya que al no tener la nacionalidad estadounidense, Ritchie puede contar una historia de esta materia sin caer en mensajes chovinistas y panfleteros, que dejen claro el rol de EEUU como la policía del mundo. tampoco cae en la tentación de hacer uno de esos llamados a la paz y a la unidad entre las naciones que más que concordia, terminan irritando, aunque sí deja de manifiesto la situación de muchos afganos luego del cese de la ocupación hace un par de años.

Obviando lo extracinematográfico, en lo estrictamente fílmico la cosa no está nada mal, aunque su primer tercio adolece de durar mucho para lo poco que sucede. Si pensamos, además, que el cine de Ritchie destaca por su agilidad y ritmo, esta pasividad que acapara gran parte de la primera hora del filme se siente más pesada.

Eso, y lo genérica que se siente la película, en el entendido que lo que hemos visto en este filme, es algo que ya hemos visto más de una vez en prácticamente la totalidad de los filmes relacionados con el tema Medio Oriente, hacen que, por mucho que haya algunas diferencias puntuales en cuanto a ciertos enfoques, dejan esta película como una más del montón.

Repito que no está mal, en líneas generales está bien, en cuanto película y en cuanto ejercicio legítimo del derecho de todo director a salir de la zona de confort. Ritchie puede hacerlo, pero preferiría seguir viéndolo en lo que mejor le sale.

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GUY RITCHIE’S THE COVENANT

Director: Guy Ritchie

Intérpretes: Jake Gyllleenhaal; Dar Salim; Johnny Lee Miller; Alexander Ludwig; Antony Starr

Drama bélico

2023

fretamalt@hotmail.com  @panchocinepata (X, Instagram)